domingo, enero 29, 2006

 

EL EMBARGO

EL EMBARGO

Por Carlos Cubero


- Hola buenos días ¿Qué desea?
- Hola, buenos días… Mi nombre es Mr. Pusher y venía a requisar todas sus pertenencias. Tengo una orden judicial. Aquí la tiene.
- Desde luego pase, pase. No se quede fuera que hace frío.
- Se lo agradezco.

Después de revisar el documento vi como el señor de negro hacía un ademán a los transportistas que esperaban fuera. Entraron y empezaron a cargar todas mis pertenencias al camión sin tan siquiera mirarme. Me desposeían de todo mi esfuerzo de forma fría e inhumana. Tuve la sensación gélida de asistir a una ejecución.

- Por lo menos déme usted la satisfacción de saber que mis pertenencias van a ser subastadas, parte de un cargamento de ayuda al 3er mundo, algo…
- Lo lamento, debe ser incinerado. Todo debe reducirse a cenizas. Son las órdenes. Son las reglas. No puede hacerse nada al respecto. Así trabajamos y así trabajaremos.
- Pero déme al menos una explicación
- Son las reglas. Por último, debe leer y firmar este documento:

Doy autorización a Mr. Pusher a reducir a cenizas sus pertinencias pasadas y presentes. A cambio usted recibirá soledad, miedo y un futuro incierto.

Doy mi conformidad

firma

Firmé el documento aturdido y empujado por la sensación de obligatoriedad que provoca este tipo de cosas oficiales.

El apartamento quedó completamente vacío. Ya no era cálido ni acogedor. Hacía frío. Los objetos de anticuario, los muebles de estilo colonial, los bodegones, mis escritos… Todo había desaparecido. Me quede con las paredes amarillentas y afeadas por las marcas de los cuadros.

Habían pasado cinco minutos y aun escuchaba el camión cargando los últimos muebles. Apoyando mi espalda en la pared me deslicé hacia abajo quedando en cuclillas. Era uno de tantos embargos oficiales, pero me sentía tan abatido como en el primero. Pero quiso la suerte que un rayo de luz atravesara la ventana y fuera aparar a mi pupila. Aquella mañana sentí el fuego irascible de la injusticia. Me levanté apreté los puños y salí de casa. Vi al hombre de negro coordinando a los muchachos que cargaban el camión. Me dirigí hacia él y le cogí con fuerza de la solapa de su abrigo negro.

- Devuélvame mis posesiones ahora mismo.
- Lamento no poder complacerle: las reglas son las reglas.
- ¡Ahora! – Le dije acercando su cara contra la mía desafiante.
- ¿Pero qué hace? ¡Ud. no puede rebelarse! – Decía contrariado.

No dejé que siguiera hablando: Le pegué un puñetazo en la boca y puede notar sus dientes en mis nudillos. Se le inflamó el labio superior al instante deformando su cara empezando a sangrar por las encías. Sonrojado y aterrado cayó de rodillas:

- Pagará por esto. No dude un instante que pagará lo que está haciendo ¡Tengo una orden judicial!- Dijo enseñándome el documento firmado.

Cogí el documento y lo apreté con fuerza y rabia. Cogí los pelos del Sr Pusher, estiré su cabeza hacia atrás y le metí la bola de papel en la boca. Acto seguido, de una patada incruste la suela de mi bota en su cara. Cayó inconsciente en el asfalto. Agarré el cuerpo y lo arrastré hasta el container más próximo. Pisé el pedal y, con una fuerza desconocida, hicé y encajé a Mr. Pusher entre bolsas de basura malolientes.

Me dirigí al camión de nuevo, y pude ver como los transportistas miraban la escena atemorizados.

- Dame las putas llaves – le dije.
- Tranquilícese – El conductor tenía un marcado acento argentino – No soy más que un empleado. No busco problemas.
- Apaga el motor y dame las putas llaves.

Así lo hizo. Apagó el motor del camión y me dio las llaves.

- Sacad todas mis pertinencias y dejadlas tal cual estaban. Subidlas al apartamento ahora mismo.


Nunca había visto a empleados subcontratados y mal pagados trabajar con tanta celeridad. A la media hora, mi apartamento recuperó la luz perdida. Dentro ya no hacía frío: era el lugar cálido que siempre soñé, madera de roble y una butaca ergonómica donde poder sentarse. Incluso dejaron una mesilla victoriana con incrustaciones de nácar del siglo XVII que no era mía. Debió pertenecer a algún otro pobre embargado.


Para los obsesivos de este mundo. Para los poseedores de un superego abrasador e inquisitorial. Represor de vuestras memorias y vuestras gestas. El responsable de la niebla al mirar la luz de vuestro pasado. El que convierte el placer en obligación y la obligación en suplicio. Escuchad el camión a la entrada de vuestra casa y no dudéis en ajustar cuentas y recuperar lo que es vuestro. No sois responsables de haber recibido severidad cuando lo que necesitabáis era un abrazo.

La saña es opcional.

Comments:
Un pelín violento (demasiado explícito) para mi gusto Carlitos...pero he de reconocer que el final te ha quedado cojonudo! Lo podrías enviar a www.pp.es... Por lo del superego inquisitorial digo...

Besos.
 
Oye Carlos, me gusta... Viva la rebelión de las masas. Viva el retorno a la ley de la selva. Viva la reconciliación con el viejo instinto de supervivencia. Viva la reminiscencia de los ancestros simiescos. Viva el placer de meterle al prójimo. Viva la revolución. Viva el puño americano. Viva el Arco Iris. Viva el Tam Tam. Viva la insostenible levedad del ser. Viva la Termomix. Viva Candela Peña. Viva Gandhi... No este no, k no era violento. Viva Mao ¿quien sabe?.... Vive la vie.
 
Viva la lasaña prometida y un hurra por las camisas del dueño del OK.

Raffa el otro día vi al del Ok en pleno día.a las cinco...es un animal diurno...no veas qeu cara de Christopher Walken después de haber esatdo en coma en"la zona muerta". TUve miedo raffa.

Un abrazo,
 
Bueno Carlos, como te dije:
Queridismo carlos,
Me han parecido parecido una mierda,Bla Bla, pero si quieres te lamo el culo. jjajaja

Es broma, ahora en serio me gusta, me gusta mucho,en algunos les falta mas palabras, te quedas con ganas de que siga la historia. Pero de verdad muy buenos. MUCHA SUERTE.
Un beso.( TU YA SABES QUIEN SOY)
 
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