miércoles, mayo 30, 2007

 

Grupo terapéutico SOS Abductions

Por Carlos Cubero



GRUPO TERAPÉUTICO SOS ABDUCTIONS

Panfleto explicativo




En el Éxodo ¿Qué era esa luz que guió Moisés en el desierto? ¿Y la rueda dentro de una rueda que se le presentó al Mesías Ezequiel? ¿Qué era el carro de fuego que avistó Elías y lo hizo ascender hasta evaporarse en los cielos? ¿Quién creéis que estaba en las columnas de fuego y nubes para darnos los Diez Mandamientos? ¿Quién creéis que hizo llover fuego del cielo sobre las ciudades de Sodoma y Gomorra?


Lo que han sido divinidades durante toda la historia -seres de luz caídos del cielo- son ahora visitantes de dormitorio. El Dios que dio las tablas a Moisés en el monte Sinaí es ahora un extraterrestres de inteligencia superior y una civilización más avanzada. Desde la colonización española, no se ha vivido un choque cultural de tanto calado. No obstante, la raza humana está preparada para afrontar la llegada de otros seres sin caer en la superstición y el pensamiento mágico.


El grupo terapéutico SOS Abductions, coordinado y dirigido por James Gilliland, lo ha tenido claro desde el principio. Las experiencias de abducción se han venido sucediendo SIEMPRE, desde el principio de los tiempos. Fue, sin embargo, a principios de los años 70 cuando la hipnosis regresiva empezó a emplearse como herramienta terapéutica por el profesor Sprinkle. Fue entonces cuando la verdad vino a nosotros, y fue entonces cuando la existencia de los contactados cobró un sentido integro y pleno.


La morfología de los visitantes ha sido siempre un tema controvertido. Hay multitud de tipologías alienígenas en función, muchos casos, de la situación geográfica de los abducidos. Esto ha sido un arma para los escépticos descreídos que creen ver en la realidad de las abducciones la expresión de formas patológicas subyacentes o de expresiones histéricas de mujeres y hombres de pasado convulso. Pero en palabras del psiquiatra Leonard Humphrey, "No puedo decir que hayan indicios de patologías o de presencia un pensamiento delirante o psicótico. Después de revisar multitud de casos sólo tengo dos opciones: creerles o seguir estupefacto. Yo me he quedado con las dos". A su vez, el reputado ufólogo John Schmidtt lo tiene muy claro. "Que no nos engañen con su aspecto; son todo lo mismo; grises, tipo nórdico, seres de luz (...) porque nada tiene que ver un Bosquimano con un Germánico; un aborigen australiano con un checheno; Sabonis con Torrebruno; Jet Li con Rutger Hauer; Clint Eastwood con Dersu Uzala...¿No encontrarían ellos pues la misma disparidad si estuviéramos del lado de los que visitan?!Y todos somos hijos de la Madre Tierra!"


David Jacobs, experto en abducciones, afirma que estamos al final de un plan oculto. Inteligencias extraterrestres están implementando un plan de hibridación entre humanos y otras razas de más allá del Sistema Solar. Este proceso empezó a finales del siglo XIX y está llegando a su fin en este nuevo milenio.


Nosotros estamos aquí para ayudaros - para ayudarnos - compartiendo nuestras experiencias asimilando nuestro pasado, nuestro presente y dando sentido a nuestras vidas. Nuestros recuerdos, las intervenciones quirúrgicas, las cicatrices, las marcas en el suelo...Todo indica que esto es real y el grupo terapéutico SOS Abductions lo sabe.


Ellos están aquí, siempre han estado aquí: nos visitan, nos conocen y en ocasiones nos abducen. Hay que prepararse para la nueva Era porque, creednos, está a la vuelta de la esquina.





Trascripción de las sesiones de terapia grupal





Trascripción de las palabras de Ralph Cartella, Norah Macintosh, el Reverendo O'brian y John Whitby en su exposición ante el resto de integrantes del grupo terapéutico "SOS Abductions" (versión resumida)



El caso Ralph Cartella, 29 años, Wyoming.


Podían leer mis pensamientos. Creedme, porque podían hacerlo. Notaba como una burbuja plástica rodeaba mi realidad mental y sé que sabían lo que estaba pensando. No podía ver sus caras porque una luz blanca muy poderosa me estaba encegando. Pero estaba estirado y no podía moverme (...) Era la tercera vez que pasaba por ese trance y era tan real como que ahora estoy hablando con vosotros, amigos míos.

Se me pasó la absurda idea de que quizás esos seres del más allá me habían escogido por algo, por ser poseedor de algún atributo especial (...) Incluso coqueteé con la idea de que al volver a casa podría ser digno poseedor de un don, algo que probará que había estado con ellos; algo que diera sentido a mi vida, que diera sentido a esa mismas experiencias. Y entonces fue cuando oí su voz; no sé si dentro o fuera de mi cabeza, pero era grave, poderosa y ronca y me dijo [trata de imitar la voz del alienígena en cuestión]

- Te vamos a dar una mierda pinchada en un palo.

Me quedé helado. Petrificado ante una voz tan poderosa. Pero tuve fuerzas para intentar hacerles entrar en razón, unas fuerzas que nacían de la indignación más absoluta y les respondí:

- ¿Una mierda pinchada en un palo? O sea me hacéis mil judiadas, me priváis de mi libertad sacándome de la cama a altas horas de la madrugada, ¿y no voy a sacar nada a cambio? ¿No conoce vuestra civilización la decencia? En nuestro planeta seremos estúpidos, atrasados tecnológicamente, pero conocemos el derecho desde la época de los Romanos ¿No sabéis que privarme de mi libertad supone infringir las leyes funda…[Cambia de tono] Y no pude acabar porque me introdujeron una sonda en una de las fosas nasales. ¡Dios mío, como escocia¡ [Se restrega una de las paletas de la nariz como queriendo deshacerse del dolor] Escocía tanto, apretaba tanto, era tal la presión que pensé que la cánula me llegaría hasta el cerebro [para el discurso para reponerse. La audiencia sigue en silencio. Ralph puede proseguir después de reponerse a las escalofriantes imágenes que su mente está reproduciendo]. Luego me respondieron con sorna [Sigue imitándoles]:

- Sabemos que el secuestro es un delito pero, al fin y al cabo, no somos ciudadanos. El Código Penal nos lo pasamos por los Kronsch.

- ¿Los kronsch?

- Sí, los kronsch. Es parte de nuestro sistema reproductor; los encargados de producir gónadas - Y entendí exactamente lo que me querían decir (...) Luego, sin mediar palabra, me miró uno de ellos con esos ojos enormes azabache(...) inhumanos... Para justo después [palidece y le cuesta tragar saliva] extraerme esperma inyectándome una jeringa del tamaño de un desodorante Sanex en los testículos [la mitad de la audiencia se ha encogido visiblemente] ¡Sin anestesia ni nada los muy villanos! [sollozos] Y se reían los muy cerdos mientras mis pelotas estaban siendo agujereadas por una aguja que no sabía si estaba esterilizada... [la audiencia permanece atónita, mientras Ralph se tapa la cara con las manos abiertas intentando, sin éxito, contener un sentido sollozo] [mueve la mano mientras se cubre el rostro. No puede continuar]

[Al unísono todos se levantan y le abrazan]

- !Nosotros te comprendemos, Ralph¡ ¡Te queremos y te acogemos en nuestro seno!




El caso Norah Macintosh, 37 años, Indiana.



¿Cómo podía entender algo así a los ocho años? Yo sabía que eran seres extraños porque no se parecían en nada a mis padres ni a mis hermanos. Eran del tipo grises: cabezones, con ojos hipnóticos y oblicuos; sin nariz ni orejas...Yo me llevé un susto tremendo cuando me visitaron por primera vez (...) Sólo guardaban cierta similitud con mi abuela que en paz descanse [uno de los integrantes se santigua] pero no solía deambular por casa a altas horas de la mañana sin peluca.

Algunas noches venían y me hacían trencitas, y claro, mi madre se alarmaba porque me iba a dormir como Blanca la de Heidi, con todo mi pelo lacio y cepillado, y amanecía como Lucrecia. Yo le decía a mi madre que habían sido ellos, los visitantes pequeñitos, los Lolly pops, tal y como los llamaba... [sollozos] Pero nunca me creyeron. [La audiencia asiente con la cabeza y muestran gestos de compasión] Después de varias pruebas médicas no pudieron concluir que yo estuviera enferma, ni sonámbula ni nada por el estilo.

A cambio, vino el reverendo del pueblo a visitarnos porque tenía sospechas de que algo diabólico había en mi caso. El reverendo me daba miedo, mucho miedo, porque tenía una extraña forma de andar, como al que le molesta algo entre las piernas.

Me practico un exorcismo de "grado medio". Me leyó todas las Sagradas Escrituras con tono ascendente, susurrándome al principio para acabar agrediéndome con su tono durante horas, como quien quiere grabarte palabras en fuego y sangre (...)¡No podía más! Lloré y lloré implorando que me dejara en paz y el reverendo me respondía "¡Sal de ella, ser del inframundo, Dios ha llegado con Su palabra para reclamar el alma de esta muchacha!"Y me apretaba un crucifijo en el pecho (...) Luego decidió llenar mi habitación de flores de ajo: en el quicio de la ventana, en mi cama, alrededor de mi cuello, en los cajones... Tuve que aguantar el pestazo a ajo durante años [sollozos] Años y años de nauseabundo olor. Ellos, en cambio, no dejaron de aparecer, aunque después de las medidas del reverendo casi no pude reconocerles. Pensé que eran Japoneses venidos de Tokio porque seguían siendo cabezones, de ojos achinados, y ahora con mascarilla. Para ellos el ambiente cargado de la habitación era también nauseabundo.

No he vuelto a verlos y la solución me la dio el hombre más inesperado: un peluquero español. Era un hombre bajito y espigado, con perilla; de voz rasgada y afeminado (que no homosexual) y me dijo: [Imitación del peluquero: ha rasgado su voz y mueve las manos con frenesí]

- Si el pelo es el problema, cambiemos tu estilo, nena. ¡Plas plas plas plas!

Me rapó al uno y no volví a verles (…) Hoy por hoy, vivo atemorizada por llevar media melena [se desata en un lloro inconsolable].

- !Nosotros te comprendemos, Norah¡ ¡Te queremos y te acogemos en nuestro seno!




El caso Reverendo O'brian, 95 años, nacido en Cork (Eire) pero residente en Los Ángeles.



En las postrimerías de mi vida yo no necesitaba esto. Yo amo a nuestro Señor por encima de todas las cosas [carraspea] He sido fiel a Su palabra y he seguido como cristiano las lecciones del Todopoderoso intentando hacer el bien, procurando cuidar las almas de esta comunidad a través de la palabra de nuestro Señor [carraspea de de nuevo]

No sé que hicieron con mi piel el día que me capturaron; vaporizaron una sustancia en mi cara y noté que mi piel se tornaba flácida y caída; anestesiada. Seguidamente me metieron... [Estupor y sollozos contenidos] tres kilos de ajos en la boca…[Hincha los mofletes] No me preguntéis como lograron tal cosa, pero convirtieron mi cara en un saco de nueces. No sé porqué quisieron humillarme reduciendo mi persona a un hámster de buche repleto. Esto sucedió ahora hace 10 años y aun hoy no he podido entender que pretendían, cual era el fin para hacerme pasar por ese via crucis.

Luego rasgaron mi sotana y se quedaron un largo rato observando mis partes íntimas. Escuché como hablaban entre ellos: siseaban y emitían un ruido que bien podrían ser risas.

Más tarde, sin mediar palabra, me metieron una cánula por el [visiblemente avergonzado. Carraspea] orificio nasal. Una cánula que parecía estar viva porque se retorcía como si de un áspid etíope se tratara…Y luego [Agacha la cabeza y su voz tiembla] ¡Cogieron mi dentadura postiza! Se la pusieron y esos horribles ojos oblicuos empezaron a a hacer muecas y a jugar con ella! [sollozos del reverendo y absoluta estupefacción en la sala] Uno de ellos se la puso en la boca y empezó a sisear de nuevo, como si quisiera reirse, y empezó a bailar haciendo un ruido que no puedo quitarme de la cabeza![se aprieta las sienes con las manos] Castañeaba los dientes ¡Mis dientes! Mientras danzaba de forma burlona y acercaba su cara a la mía, haciendo el amago de querer morderme la nariz [Solloza] Y yo no pude más que gritar [se arrodilla y gime] ¡Dios mio! ¡Dios mío! ¡Porqué me has abandonado! [la audiencia tiene los ojos como platos y el bello de punta]

[Se seca las lágrimas y prosigue] He viajado por medio mundo, he difundido Tu palabra no dudando de mi fe y de mi amor a Ti [Mira al cielo con los brazos abiertos]. ¿Porqué a mi? Si esos seres son hijos de Dios ¿No tendrán que pagar por sus pecados? (...) Luego uno de ellos se disfrazó de centurión romano ¡El muy blasfemo!... Y luego [Se queda pensativo. Breve pausa] ya no recuerdo más porque desperté de golpe en mi cama, sudoroso, temblando y con una horrible cicatriz en mi costillar derecho [lo muestra ante sus compañeros. Todos boquiabiertos] Desde aquel día toda bebida me sabe a gazpacho andaluz... [la audiencia muestra desconcierto] Una sopa fría de hortalizas y ajo [breve silencio] ...Típica del sur de España...[Asienten]

- !Nosotros te comprendemos, Padre¡ ¡Te queremos y te acogemos en nuestro seno!




El caso John Whitby, 35 años, Washington.



Yo había aceptado el trabajo en aquel barco anclado en el puerto de Brighton porque allí nadie me molestaría. Cuando me rompen el corazón y mi mundo se viene abajo no puedo más que huir a donde sea - tan lejos como sea posible - y aquel barco podía ser mi refugio. Fue como una revelación cuando vi el nombre del barco del capitán Yeomans: Anywhere without you.

No me ofreció un salario digno, pero no me importó porque tenía paz, una litera limpia y unas maravillosas vistas al mar. Mis tareas eran sencillas: izar amarras, comprar víveres, y atar cabos. Y eso hice en mi estancia, sobre todo esto último, atar cabos en mi vida y en el barco del Capitán Yeomans. Tenía todo un océano de tranquilidad entre nosotros y un trabajo que me permitía organizar mis pensamientos.

El capitán Yeomans me advirtió, un día antes de que fuéramos a faenar, que me comprara una aguamarina. Nunca olvidaré sus palabras [imita la voz del capitán encogiendo los hombros y hablando con perfecto acento británico]: el aguamarina no es sólo la hermana humilde de la esmeralda; es el antídoto perfecto contra el mareo y contra las inesperadas tempestades que azotan estos mares, grumete [la audiencia sonríe]

Yo no quise caer en supersticiones banales ni gastarme más dinero del necesario, y menos en una piedra que, para mi entonces, ya tenía dueña. Un anillo de oro blanco, de montura ligera y con una aguamarina de azul enrabietado; toda una pieza, una preciosidad incluso para los ojos menos expertos fue lo que le regalé a mi prometida justo antes de que todo acabara como el rosario de la aurora [la mitad de la audiencia se enternece y muestra una comedida sonrisa] Por todo eso, desoí las advertencias del capitán y, sin más preámbulos, nos hicimos a la mar ¡En qué hora saldría a faenar desprotegido!

Era luna nueva y el capitán me ordenó que colocara las lámparas a lo largo de todo el forro exterior de popa [imita de nuevo al capitán]: ¡Esta noche pescaremos tantos pelágicos como sea posible, grumete!
Luego desplegamos las redes alrededor del barco en la oscuridad del mar y sólo quedaba esperar a que los peces acudieran a la cita lumínica. Teníamos cuatro horas de latencia y el capitán se recogió en el camarote para beber grog y picar algo mientras yo supervisaba la operación en cubierta.

Fue allí a 35 millas del puerto más cercano, en alta mar, donde ocurrió lo que me ha traído aquí ante vosotros (...) Mientras revisaba los fanales para atraer a bonitos, calamares, jureles, alguna sardinilla y demás especies fototácticas, un cañonazo de luz rodeo todo mi cuerpo. Ni tan siquiera había visto nada a lo lejos, ni ninguna luz centelleante en el horizonte que pudiera prevenirme de lo que estaba sucediendo. Fue un cañonazo de luz súbito e inesperado que me levantó como a un vulgar calamar con las redes de pesca hechas a partir de luz (...) ¡Y más luz! ¡Y más luz entrelazada y de fotones hilados!

De repente me encontré postrado, incapaz de moverme y estirado en una camilla. Allí en un espacio oscuro estábamos tres seres de nuestra Madre Tierra: una ballena, un cangrejito y yo. Parecíamos un improvisado ejemplo de libro de texto de preescolar sobre la evolución en La Tierra. Yo estaba en el medio y en la camilla contigua, justo a mi lado, pude verlos. Había tres seres espigados; de piel grisácea y de cabeza anormalmente grande. Estaban manipulando al pobre cangrejo; aplicándole descargas y tocándole la panza con esos dedos alargados y siniestros.

Segundos o minutos más tarde (no estoy seguro) empezaron a propinarle descargas a diestro y siniestro con un extraño hisopo mientras siseaban entre ellos. El cangrejo no paraba de abrir y cerrar las pinzas, desesperado y ennegrecido, casi churrascado (...) Después de un largo sisear entre ellos, tiraron al cangrejo por lo que parecía ser una escotilla, un ojo de buey intergaláctico. Estaba tan confundido que creí - os lo juro - [se coloca la mano en el pecho] escuchar al cangrejo gritar mientras caía desde la nave con perfecto acento de Darby: basttaaaaaaaards

¡Pobre cangrejo! [se coloca la mano en la frente y parece realmente apenado. Se repone] Sé que puede parecer una locura, pero cuando ves tu vida peligrar uno establece lazos imperecederos con los que comparten tu desgracia [la audiencia asiente de forma unánime].

La ballena y yo nos miramos aterrorizados y pudimos entendernos sin mediar palabra: era nuestro fin. Fue entonces cuando su mano - la mano de uno de ellos - huesuda y alargada, como una araña de mar, sujetó mi brazo con fuerza. No sé qué me inyectaron aquellos desalmados pero segundos después vi a la ballena con otros ojos [Se tapa la cara y contiene un llanto] Sentí amor [la audiencia afirma con la cabeza y sonríe] ¡No, no!!No esa clase de amor por los animales o esa paz cósmica por la naturaleza! Lo que me hicieron esos degenerados fue más allá de todo ecologismo. Sentí [traga saliva y palidece. Se toma dos segundos] excitación ante un ser de mas de cien toneladas de peso [La audiencia se queda estupefacta] Sentí una excitación sexual inusitada por un rorcual enano: su lomo, sus barbas, las vetas blancas de su vientre (…) Luego, como quien quiere luchar por su alma, no pude que más que gritar [aprieta los puños y revive el dolor]:

¡No veis que no somos compatibles, mal nacidos!! ¡No veis que no podría hacerle ni tilín, ignorantes!

Y no pude más que rogarles que, por lo que más quisieran, me dieran bromuro en cantidades ingentes. Luego sólo recuerdo el sisear de aquellas criaturas (...) un sisear que bien pudieran ser risas [Tuerce el gesto y acaba llorando] (...) Caí en un profundo sueño y me desperté de nuevo en la cubierta del Anywhere. Estaba aturdido y fue el capitán Yeomans quien, gritando mientras izaba las redes repletas de pescado, me sacó de golpe de ese estado de trance: ¡Despierta muchacho! ¡¡Hoy hay zarzuela para cenar!! ¡Jajaja!
Yo confundido agarré las cuerdas con todas mis fuerzas y levantamos kilos y kilos de pescado de un sinfín de especies. Y cuánto más fuerte tiraba de las redes más crecía mi esperanza de que todo lo sucedido hubiese sido un bulo, una ofuscación transitoria, una fabulación temporal de mi mente (…) Ahora sé que todo fue cierto, gracias a vosotros, hermanos [Tuerce el gesto de nuevo y se le escapan unas lágrimas]


- !Nosotros te comprendemos, John¡ ¡Te queremos y te acogemos en nuestro seno!




Diario personal de James Gilliland



La última sesión terapéutica ha sido de lo más fructífera. Todos los contactados presentan claros síntomas de trastorno por estrés postraumático pero todos han podido sentirse cómodos y libres para expresarse con honestidad y fluidez. Hemos vivido un momento catártico de especial relevancia y este es el primer paso para su completa recuperación y su vuelta a la normalidad.

La negación de las experiencias reales no haría más que acentuar el desequilibrio mental de los afectados. Eso sería de hecho una victimización secundaria: sumar a la experiencia traumatogénica la ignorancia o negación de tu entorno y de uno mismo. El ser humano no puede no saber lo que sabe; puede negarlo, pero no puede no saberlo. Cuando algo ha sucedido, cuando algo es real, el ser humano tiene el deber consigo mismo de integrar su legado y sus experiencias. No hacerlo implicaría una incomprensión de su realidad mental y conductual y bien pudiera llevar a desórdenes de tipo ansiógeno y conversivo y, en casos graves, a la plena desintegración de la personalidad y el riesgo de caer en desórdenes graves de tipo psicótico.

Sexualidad e inteligencia son temas especialmente puntillosos en la exploración psicológica y ese es un argumento más para pensar que el grupo terapéutico está funcionando. Se ha generado un clima de comprensión y apoyo que facilita la expresión de las experiencias más íntimas y potencialmente estigmatizantes.

Cabe resaltar el caso de John Whitby que ha conseguido deshacerse de la desazón y la angustia de haber sentido excitación ante un ballenato. No sé que clase de sustancia inyectarían al pobre John porque no ha habido indicios de conducta parafílica en la exploración llevada a cabo por el Dr. Humphrey. Eso sí, parece sentir una notable aversión a los documentales del National Geografic y un temor clínicamente significativo a los acuarios. No es de extrañar después de escuchar su escalofriante historia.

El caso de Norah es quizás el más peculiar. La angustia que presenta y que ha demostrado en su exposición no es producto exclusivo de los visitantes de dormitorio. Eran, en este caso, visitantes con intenciones plenamente lúdicas, y fue la intervención de agentes puramente terrenales - la Iglesia y su doctrina - la que provocaron en ella la conversión de un cuento de hadas en una salvaje escalada de violencia sectaria. Es el único caso que al parecer se aleja de la ya conocida tipología Travis Walton de encuentros en la tercera fase.

No alcanzo a vislumbrar el plan maestro de los visitantes de dormitorio. Sin embargo, puede derivarse de las experiencias de Ralph, John y el reverendo, que los visitantes están interesados en nuestro proceso de reproducción tal y como afirma el profesor Jacobs. Parece obvio, a su vez, que los visitantes tienen un sentido del humor desarrollado que no dudan en poner en práctica y compartirlo con sus abducidos. No es de extrañar que los siseos sean realmente risas porque ¿No es acaso el sentido del humor un rasgo diferencial en el ser humano? Ni tan siquiera los chimpancés pueden reír ni reaccionar ante un episodio de Benny Hill. Ellos no entenderían que gracia tiene dar un colleja a una pobre anciano encogido y desdentado. Esa carga simbólica - esa comunicación - sólo está al alcance del homo sapiens y está vetada para el resto de seres que pueblan nuestro planeta. Es de suponer pues que, si estos seres son más evolucionados que nosotros, posean un sentido del humor mucho más desarrollado y refinado, comparable quizás a una intoxicación por canabinoides.

Lo que quizás no encaje con esa presunta evolución es el caso expuesto por el pobre reverendo O’Brian. No alcanzo a entender esa saña y ese ánimo burlesco de los visitantes para con el pobre reverendo. Está al final de su vida y se ensañaron con él sin motivo aparente.

Mañana recibiremos a Louis Weakfoot y lo acogeremos, como no, en nuestro seno. No necesita, al parecer, sesiones de hipnosis porque parece haber integrado sus experiencias con plena naturalidad y fluidez. Afirma no padecer pesadillas, ni insomnio, ni reexperimentación de los sucesos, y ha rechazado las sesiones de hipnosis y la ayuda psicológica. Es extraño porque cuando uno ha sido abducido lo mínimo que puede sufrir son dificultades para conciliar el sueño. La vigilia es luz y activación, pero el sueño necesita de seguridad y recogimiento. Hemos vivido en cuevas durante milenios y nos hemos procurado un entorno seguro para poder vivir nuestra realidad más íntima. Dormir es sentirse indefenso y por eso suele ser un área permanente dañada por las experiencias traumáticas.

La sensación que me ha dado es que Louis simplemente quería compartir su experiencia con nosotros, como el que charla en la barra de un bar sobre las desventajas de vivir en un régimen bipartidista. Es más un comunicador que un paciente, o esa es la sensación que me ha dado cuando he hablado con él por teléfono. Debe ser un caso fragrante de resiliencia o, simplemente, su experiencia con los alienígenas haya fluido por su realidad mental con plena naturalidad. Y yo que me alegro.

Veremos mañana.

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