jueves, octubre 25, 2007

 

ESTACIÓN NORTE: CRÓNICA DE UN FRACASO

Por Carlos Cubero




I




Minelli era un jugador creativo. Yo solía ganarle en partidas rápidas aunque siempre temblaba cuando veía que la posición era ganadora. Él se salía de la teoría y ofrecía algún sacrificio: un alfil o un caballo. Lo hacía en favor de la belleza de una disposición peculiar en el tablero y para hacer pensar a los vástagos curtidos en teoría de aperturas y medio juego. Te ofrecía ventaja material pero te obligaba a estrujarte los sesos cuando el tiempo apremiaba.

De pelo cano y sangre indígena occidentalizada, rompía con el estereotipo de argentino parlanchín y de palabras rebuscadas. Minelli era un hombre silencioso y un gran jugador de ajedrez, y por mucho que quisieras atraparlo en las redes de una sólida y bien aprendida apertura, acababas siempre en posiciones bizarras e imposibles.



*******


Aquella mañana de Lunes, Minelli se fue al trabajo como de costumbre. Después de bajar del autobús interurbano, se dirigió hacia la Estación Norte de Sabadell, una estación de cemento y chapa roja, subterránea y de atmósfera provisional, como muchas de las estaciones Renfe de la periferia de Barcelona.

Antes de bajar las escaleras de hormigón y desechar la invitación de leer la prensa gratuita, se dirigió a una de las cabinas telefónicas de la Plaza España. Marcó el número de casa e informó a su mujer de su intención de suicidarse.

El verbo informar puede sonar impersonal y desprovisto de emocionalidad, inadecuado para una situación dramática como la descrita, pero al parecer fue así: Minelli informó de sus intenciones con frialdad, diligencia y bajas dosis de dramatismo. No era una decisión discutible ni esperaba llegar a un consenso. Dijo lo que estaba a punto de hacer y punto. No pedía comprensión ni lágrimas, sólo quería despedirse de su mujer porque tenía que irse.

No era negociable.



II



Lo hizo y desconozco los detalles. Lo que sí sé es que se lanzó a la vía del tren cuando éste pasaba ante la estupefacción del resto de pasajeros, pero no sé más.
De lo que sí estoy seguro es de que Minelli sólo sintió confusión ante el impacto de miles de toneladas de acero en movimiento. Un corte en la yema del dedo o la quemadura en el antebrazo al sacar la bandeja del horno son sensaciones más intensas que desmembrarse por efecto de un cercanías a toda máquina. Porque el dolor - salvo situaciones concretas y caprichosas - tiene una función adaptativa optimizada: aparece cuando puede remediarse, no cuando está ya todo perdido.

Yo me enteré una semana después del trágico incidente. Nadie quiso decírmelo porque se me ha otorgado la extraña aureola de ser hipersensible. Siempre se me ha encasillado en la parte masculino-sensibloide e introspectiva de mi familia. Por eso se me quiso salvaguardar del impacto de una noticia tan escalofriante.

Cierto es que soy sensible pero creo haber estado preparado para la crudeza de mi entorno desde bien pequeño. No recuerdo haber creído en los Reyes Magos y he tenido una temprana conciencia de que Papa Noel no era más que un gordo nórdico con un disfraz de Coca-Cola. No recuerdo haber creído que mis padres fueran vírgenes y a los 8 años Miguelito, un amigo mío gafotas y poco agraciado (un poco tonto según mi madre), se colgó mientras sus padres veraneaban en Almería. Viví el colapso de una familia humilde a pesar de la política de desinformación de mis padres. Se lo agradezco y sé que lo hacían por mi bien, pero yo no podía evitar ser un niño despierto y avispado, una esponja de pelo rizado y gafas de montura plateada.
Por eso - y por otras cosas - no comprendo porqué, 20 años después, nadie de mi familia me informó de la trágica muerte de Minelli.





III



Aun habiéndolo sabido, no habría ido al funeral al día siguiente. A mi no me gustan las reuniones sociales y no habría tenido ganas de encontrarme a la mujer de Minelli. No me habría apetecido ni escuchar su historia ni acompañarla en su dolor. Mi desgana no habría sido fruto exclusivo del terrible acontecimiento porque ya no me gustaba encontrármela antes. Siempre me preguntaba por una extraña aversión al agua que ella padecía, que no podía ser una fobia porque no le provocaba demasiada angustia. Buscaba un término híbrido, preciso para una aversión leve e irrelevante que no provocaba una hiperactivación significativa del Sistema Nervioso Autónomo. A mí me aburrían sus disertaciones porque no solía mirarme a la cara ni a los ojos al hablarme. Lo decía al aire esperando que yo le prestara atención y a mí me molestaba esa interacción personal cogida por los pelos, sin miradas y de prosodia cansina y tediosa. Porque Minelli era de palabras justas y certeras pero su mujer era berborreica y vacía, con un discurso de florido continente y débil contenido.



IV



Desconozco los motivos que le movieron a hacer lo que hizo. Había estado en el Club de Ajedrez la noche anterior revisando y analizando las partidas del Torneo Regional por equipos jugadas aquella misma mañana. Nadie percibió ninguna conducta irregular de corte psicótico, ni rasgos depresivos latentes, ni un súbito abuso de sustancias, ni tan siquiera tenía antecedentes de conductas autolíticas. No hubo indicio alguno que pudiera predecir un desenlace tan macabro. Minelli era el mismo hombre silencioso, sociable, educado y asertivo.

Lo que sí supe por fuentes cercanas es que, al parecer, Minelli tuvo un sueño agitado y extraño la víspera de su muerte. En plena madrugada, escribió con pulso firme y certero el presente manuscrito que encontraron en la mesa de su despacho. Fue, al parecer, lo más parecido a una nota de despedida.



Esta noche ha aparecido mi amada en mi habitación. Ha entrado sin hacer ruido, deslizándose por el suelo frío, blanco inerte, arropada por la penumbra.
Esta noche ha aparecido mi amada en mi habitación. Sonreía plácidamente y, silenciosa, se ha acercado a mi cama. Con hálito gélido me ha susurrado al oído:

No tardaremos en estar juntos de nuevo.

Para mi será un instante, para ti, tiempo tedioso y baldío,
pero no dudes amor mío, que volverás a coger mi mano.

Ya nos espera en el lugar que nunca muere.

Para mi será un instante,
para ti, tiempo tedioso y baldío,
pero tendrás que encontrar consuelo
en esta imagen fría y esperanzada.

Luego se ha vuelto y con paso ingrávido se ha perdido en una espesa niebla; la niebla que divide ambos mundos, la que desvela la certeza que estamos todos esperando.




********




y, sin embargo, quizá el éxito se oculte
detrás del siguiente recodo del camino(...)
Avivaré esta llama de la disconformidad
y proclamaré mi singularidad ante el mundo
(Mandino, 1968)




lunes, octubre 08, 2007

 

Sinestesia

Por Carlos Cubero


Creedme cuando os digo que el nombre de Paula está recubierto de chocolate. Por más que quiera achacarlo a mis relaciones pasadas - ese bagaje con el que cada uno contamos por el simple hecho de haber vivido - no encuentro sentido a tal asociación. Sólo he conocido a una Paula en toda mi vida y no sabía a nada, que yo sepa, porque nunca probé bocado. Era una mujer blanca, infiel a su novio y muy poco atractiva. La conocí en Utrecht y no hablaba una palabra de inglés. Son de esos españoles - en los que tú no te encuentras - que escogen sus amistades por el idioma. Acaban atrincherados en grupos que se transforman en guetos inaccesibles. Preferían la comodidad de lo conocido a enfrentarse a retos lingüisticos para los cuales no estaban preparados.

El nombre que no puedo soportar es el de Dereck: cada vez que lo escucho me viene a la boca el sabor amargo de la cera. Es asqueroso. Realmente asqueroso.

Si sólo me ocurriera con los nombres propios me limitaría a cribar mis relaciones por nombres que me reportaran sabores cálidos y agradables. Pero para cada palabra me viene un sabor distinto a la boca y, créeme, es muy desagradable cocinar bacon con huevos fritos para escuchar como mi mujer dice "posavasos" y estremecerme por el fuerte sabor de un limón exprimido en mi boca.


Nunca olvidaré las palabras de James Wannerton mientras me servía una London Pride en el Red Lyon Pub de Slough. Esa marca de cerveza en concreto le hacía sentir el sabor de la carne requemada y no dudó en explicarme lo que sentía en ese momento.

Él encontró consuelo en la explicación que dio la ciencia a ese fenómeno de cruce de sentidos. Se llama Sinestesia a esa mezcla sensorial, un fenómeno que parece guardar relación con el autismo, la esquizofrenia y la ingestión de alucinógenos. Dicha correlación le traía de cabeza pero le tranquilizó saber que era una forma de pensar bastante común, especialmente en aquellos sectores de la población dedicados al arte en sus diferentes vertientes. Creativos tales como poetas, escritores, escultores tienen una prevalencia muy superior a sufrir (o deleitarse con) esa peculiaridad mental. Unos ven los años situando su nacimiento "allí detrás" de un color atardecer anaranjado; otro visualizan estímulos auditivos -como los anuncios de la salida de un tren- en un panel visual multicolor que ellos mismos reproducen de forma automática; otros hacen cálculos situando las cifras en teclas acolchadas y coloreadas en una disposición matricial de diez por diez; y Juan Ramón Jiménez nos pudo decir Es de oro el silencio. La tarde es de cristales...

Hay gente que cree que tengo memoria. Pero no es cierto. Yo nunca olvido las palabras que valen la pena porque para cada conversación hay un lugar aleatorio y arbitrario donde las historias reposan. Por eso, si mi mente decide pasar por la avenida Matadepera, me viene a la cabeza la historia inédita de Jeromico el Microcefálico; si huele a lecho de bosque húmedo, no puedo más que pensar en el mundialmente famoso Cerdito Raviolly; y si pienso en un túnel de lavado...

Y aquí me tenéis, escribiendo entre espuma y tanto rodillo azulado. Tengo que confesar que siempre me han atemorizado esas enormes barras giratorias. Gracias al Dios de los sensores, ahora se deciden a limpiar y perfilar la silueta de mi bólido. Y no puedo evitar sentirme a gusto y recogido entre tanta agua caliente.





Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.5 Spain License. This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Google