domingo, enero 27, 2008

 

DARK SCENE OF THE WEEK (2)



Por Carlos Cubero




viernes, enero 25, 2008

 

DARK SCENE OF THE WEEK


Por Carlos Cubero






¡

miércoles, enero 16, 2008

 

LA RECEPCIONISTA

Extractos del blog del Dr. Dukakis.



Mi padre dice que no hay que mirar tanto a la cara a la gente. Y tiene razón, porque a mí me la suda si la recepcionista del dentista está mal follada. Yo, a diferencia de mi padre, opté por la frialdad de mirar a la cara a la gente y, ante un gesto de disguto inadecuado o residual, preguntar si hay algún problema.

Total, es sólo una recepcionista. Sabiendo que es un ser humano de pleno derecho, nuestra relación no tiene que ir más allá de un intercambio de información básica: mi agenda, la agenda de los dentistas y punto.

Si tienes un mal día que te den por el ano.

Gorda.



Respuesta de la recepcionista.



Yo no estoy gorda. Soy de complexión robusta.

Calvo (de mierda).



Respuesta del Dr. Dukakis después de leer lo escrito.


No. Estás gorda. Yo sé lo que es una mujer robusta. He vivido en Holanda y sé distinguir entre una foca y una mujer de raíces germánicas. No es lo mismo una nadadora profesional que una mujer obesa. Tú no eres de esas mujeres que paren en casa por defecto. Tú eres una gordita antipática que pone cara de ajo a los clientes. Y eso está feo.

Tonel.



Réplica contundente de la recepcionista: la catarsis


Yo pongo mala cara porque estoy hasta el chichi* de clientes altivos y calvos como tú. A mí me la trae al pairo si tienen que desnaturalizarte una muela, hacerte una higiene o quemarte el frenillo. Por lo que a mí respecta, te puedes pudrir en el infierno. Estoy harta de la dieta de la alcachofa y de hincharme el estómago con lechuga y demás manjares más propia de una cabra.

Cierto es que he cogido unos kilitos estas Navidades, pero he empezado un tratamiento de fitoterapia a base de plantas naturales. Mi naturópata me ha asegurado que me voy a quedar hecha un figurín.

Lo tuyo no tiene remedio, así que ponte una peluca.

Cabezón.



Respuesta del Dr. Dukakis (la primera frase no es un ejemplo de ecolalia)



Yo no tengo la cabeza gorda, gorda. Yo puedo demostrar que estás obesa exponiendo tu índice de masa corporal. Pero ¿qué pruebas tienes tú de que mi cabeza es gorda? A no ser que te dediques a la paleoantropología dudo que sepas de perímetros craneales.

Menos mantecados y más galletas con fibra.

Puta.



Respuesta de la recepcionista: la amenaza.



¿Acaso tienes tú mi IMC para afirmar tal cosa, escritor de pacotilla? Yo, en cambio, he encontrado por casualidad tu historial dental y creedme cuando os digo que el Dr. Dukakis no tiene una boca ordinaria: tiene un contenedor de basura.

Quiero que sepa toda tu audiencia que el pasado Lunes al Dr. Dukakis le practicaron una extracción de una de las muelas del juicio. El Dr. Mauri me ha dicho que nunca había visto una muela tan podrida.

Molar por molar, premolar por premolar, incisivo por incisivo, canino por canino, divulgaré el sinfín de deficiencias dentales que pueblan esa piñata desastrosa.

Advertido quedas.

Chupa-Chup.



Respuesta del Dr. Dukakis: limando asperezas.


No te atreverás, maldita cebolleta. Me ampara la ley de protección de datos. La muela estaba deteriorada porque no me llegaba el cepillo de dientes.

Quiero, sin embargo, limar asperezas dedicándote unas palabras a viva voz.





La inesperada irrupción del conflicto en los medios de comunicación: la dedicatoria.


Yo soy una mujer de naturaleza expansiva y no me gusta que esta relación tan... especial y mágica quedé encorsetada en un espacio como el presente. Te he dedicado una canción en la cadena Radio One Exclusive, una de mis cadenas preferidas y una de las más escuchadas en la Península. Por si no la escuchaste en vivo, te adjunto el fichero de audio. Todos tenemos derecho a unos segundos de gloria y no he podido más que compartirla contigo.


un fuerte abrazo.





La venganza se sirve en plato frío: la estocada de la recepcionista después de un prolongado silencio del Dr. Dukakis.


Querido Dr. Dukakis,




Necesitas una extracción de los restos radiculares del 18 y el 38 impactado. Hazme caso y quitaté esa muela del juicio antes de que, más allá de dañarte la dentina de la muela contigua, te acabe saliendo por el colón. Que sepa todo el mundo que el Dr. Dukakis necesita cirugía maxilofacial lo antes posible.


Un fuerte abrazo,

Tu Recepcionista preferida.


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* Forma coloquial de referirse al coño.

lunes, enero 14, 2008

 

AGUDIZAR EL OIDO

Por Carlos Cubero



"Coja una rata y sumérjala en un cubo de leche (...) Observe como patalea por su vida. Ahora paralícela y repita la operación. Justo antes de que se asfixie, sálvela de morir ahogada (...) Tras varios ensayos, y ya libre de ataduras, deposite de nuevo a la rata en el cubo lleno de leche. Observe como no se mueve y acaba ahogada en el fondo del barreño (...)

Hemos enseñado a la rata a no defenderse."



(Dukakis, 1997)



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Juan Antonio había pensado en quitarse la vida. Tenía una clara ideación suicida que nunca llevaría a cabo porque era una persona dependiente. Las personas dependientes no quieren desaparecer de este mundo, buscan recuperar el objeto amado como sea; buscan su aceptación, su piedad, y no dudan en utilizarse a sí mismos como carnaza.

Estaba sentado en la barra con Frank Fontaine y eran una extraña pareja. Frank era espigado, de rostro blanquecino, de facciones alargadas y huesudas. Esgrimía una sonrisa perpétua y solía responder a cualquier pregunta con amabilidad. Sin embargo, detrás de esas formas afables, Frank escondía un gran secreto.

Juan Antonio era, en contraste, un hombre fornido de ojos tristes. Su piel era blanca pero saludable. Superaba en mucho la treintena y algunas canas empezaban a asomar por su tupido cabello negro.

Yo estaba sentado cerca de ambos - también en la barra - y no pude evitar agudizar el oído. Dejé de leer la prensa y, sin quitar ojo al periódico, escuché a Frank hablar pausado, con tono neutro, como el que echa una moneda a un oráculo de carne y hueso. Mientras, Juan Antonio no despegaba la mirada de una humeante taza de café con leche.

Le dijo que la ideación suicida es una forma aprendida de afrontar los inconvenientes de esta vida. Alguien viene al mundo para enseñarte que sólo infligiéndote dolor, fustigándote ante la mirada atónita e inquisitiva de los que consideras tuyos, puedes cambiar tu entorno. Y tú acatas porque no tienes más opción y nadie te ha enseñado patrones alternativos de conducta. Eso es porque te sorprende en un momento de indefensión e inmadurez evolutiva, no porque en tus genes haya la disposición peculiar de los que nacen pusilánimes. No hay determinismo genético para la indefensión aprendida, sólo una enseñanza errónea, falsa y malintencionada que tiende a perpetuarse a lo largo de tu vida. Por eso, las personas maltratadas tienden a caer presos de relaciones del mismo corte, porque nosotros escogemos a nuestra pareja antes de conocerla.

Las personas que te insultan, que te humillan y que te mienten, no te quieren. Quererte es acariciarte, besarte y regalarte una dulce melodía. Someterte, aislarte y atentar contra tu realidad emocional convenciéndote de que es errónea, de que es ficticia, inadecuada, de baja alcurnia, ruda, no depurada (...) no es querer, es una perversión atractiva.


Si tu mujer te echa de casa te está haciendo daño y tienes derecho a buscar apoyo en tu familia. Si te vas a dormir a casa de un amigo, la estás protegiendo, la estás librando del juicio sumarísimo de los que realmente te quieren, y no merece ser absuelta. Echar de casa a alguien es grave. Si te lo mereces no mereces volver a casa y hay que buscar en la disolución conyugal la salida más adecuada. Si no te lo mereces, no debes volver a casa y hay que ver la disolución conyugal como la salida más favorable.


Antes de pagar sus consumiciones, le dijo: alguien vino a este mundo a enseñarte que sometiéndote - disolviendo tu alma - podías cambiar las cosas. No necesito conocerle para saber que fue aquel profesor la génesis de tus desdichas (...) El único profesor que realmente te tuvo manía.

Justo cuando abrieron la puerta del bar, Frank posó su mano en el robusto hombro de Juan Antonio. Con expresión afectuosa señaló a su camisa. Ambos sonrieron al ver que faltaba un botón. Creo que, entre risas, acabaron bautizándolo como el botón del hombre desvalido.


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