martes, diciembre 25, 2007

 

TÓRAX


Por Carlos Cubero




I




El Hospital Tórax de Terrassa es demasiado frío y enorme como para albergar vida. Es un edificio gigante de nueve plantas, de pasillos interminables y tan vivo como un moribundo expirando su último aliento. Es un edificio monstruoso, básicamente cuadrado con la salvedad de unas toscas arcadas en los bordes de cada una de las terrazas.

Fue construido en los años 50 a las órdenes del Generalísimo a tres kilómetros de la industrial Terrassa, a la altura de Matadepera en el Km. 0 de la carretera dirección a Navarcles. Gente de toda la península con afecciones pulmonares irreversibles iban a parar allí, algunos de ellos a morir recluidos y aislados del mundanal ruido y de sus seres queridos.

Tuvo el dudoso mérito de ser el hospital con la más alta prevalencia de suicidios de toda la península. Los pacientes terminales, muchos de ellos, decidían desesperados quitarse la vida arrojándose por las ventanas de las últimas plantas yendo a caer a "la jungla", uno de los bosques de pinos retorcidos que rodean el complejo hospitalario.

Como explica Sebastià d'Arbò, los pacientes morían a diario. El ahogo, la sensación de asfixia de afecciones pulmonares para la época irresolubles para la ciencia médica, provocaba en ellos la necesidad imperiosa de acabar con sus vidas. El panorama para cualquier interno era desolador. Como en una leprosería, los enfermos veían el declive de sus semejantes minando sus esperanzas de recuperación. Debido a la naturaleza infecciosa de sus enfermedades, muchos de los tísicos acaban solos, abandonados por unos familiares más preocupados por sus niveles leucocitarios que por la paz espiritual de sus hijos, padres o hermanos.

Fue clausurado en 1986, y pasó de hospital funcional a contexto de producciones tales como "Frágiles", "Ouija" o "Los sin nombre". Pensé que cuando el Hospital Tórax fuera adquirido por Filmax - convirtiéndose en el parque audiovisual más grande de Cataluña - acabaría siendo un engranaje más de la implacable maquinaria estadounidense. Pensé que toda su leyenda se esfumaría de un plumazo. Pero nada más lejos de la realidad.

Apoyando mi cabeza en la ventanilla del coche, observé como el coloso se erguía ante mí. Me pregunté porqué nos atemorizan los espíritus. No creo que sea porque atenten contra nuestra racionalidad. Al fin y al cabo, hay demasiado creyente en este mundo como para que un argumento así tenga sentido. Nos atemorizan porque nos recuerdan que podemos llegar a ser almas errantes para toda la eternidad, y el infinito nunca ha sido un concepto agradable. Es, de hecho, como un jersey de lana heredado de tu hermano: de mangas anchas y alargadas, rojo desteñido y de cuello asfixiante; un jersey infinitamente molesto. Y quien lo ha llevado en vida sabe que pica una barbaridad.




II



En Mayo del 2003, el hospital Tórax protagonizó los titulares de la prensa local. Unos adolescentes tuvieron la brillante idea de adentrarse en el recinto y sustraer uno de los botes con un feto humano conservado en formol. Dicho hurto podría haber pasado completamente desapercibido. Sin ir más lejos, a día de hoy, sigue habiendo restos humanos en la quinta planta y nadie sentiría su ausencia si a cualquiera de nosotros nos diera por robar una mano amputada, una corteza cingulada o una tenia de ocho metros.

Pero sucedió lo que suele suceder con los fetos en manos de unos desaprensivos (presuntamente proabortistas): los robas, los utilizas como pisapapeles y acaba uno por no saber que hacer con ellos. Los muchachos acabaron abandonándolo en un descampado en la periferia de Terrassa. Estaba, al parecer, envuelto en papel de periódico y pronto (al no llevar abriguito ni chubasquero ni nada) empezó a descomponerse. Las autoridades se hicieron eco del hurto porque los vecinos alertaron de la pestilencia que se percibía en las inmediaciones del lugar.

El Tórax ha sido también protagonista de numerosos monográficos (Miguel Ángel Segura, Milenio III, Cuarto Milenio, Scooby Doo) por la facilidad con la que pueden obtenerse resultados psicofónicos, especialmente en la novena planta y en una capilla situada en la parte trasera del edificio (Segura, 2006). Al parecer, sólo tienes que encender una grabadora sensible y esperar... Después de un análisis minucioso de las grabaciones han podido escucharse diversas voces de origen desconocido.

Con este bagaje y, sobre todo, con la conciencia que yo tenía de esas historias no sé como me atreví a estar ni tan siquiera en la periferia. Le dí un último vistazo morboso a la fachada mientras apuraba el último cigarrillo y pensaba en el pobre feto clamando por su vida entre latas de sardinas y cáscaras de plátano.

Desde que se fue Franco, en este mundo ya no hay dignidad. Menos mal que están los ilustres derechones de este país para hacer causa común y velar por la moral impoluta y primigenia de hombres y mujeres fieles a los sólidos principios de la Conferencia Episcopal. Esos hijos de la Madre Patria pertenecen a la élite y pisan con todo derecho a vagabundos y a malhechores mientras, con absoluta diligencia, mantienen relaciones sexuales en la sagrada posición del misionero.

Seguro que los adolescentes eran de izquierdas y, hoy por hoy, se han convertido en pútridos intelectuales de esos que hablan de los derechos del proletariado, de la educación pública y la sanidad gratuita para todos.

Es broma. Si Dios bajara a la tierra sería de izquierdas. Lo sabe hasta el más retrasado.

Los chavales seguro que se arrepintieron de lo sucedido.








III



Ándate con ojo. Huye de los caprichos de
la luz en lugares de recuerdos dolorosos
(Bernarda Doncel, 1985)






Hasta ahora, todo ha sido un somera introducción. Inicialmente me pareció muy árida y decidí que no era lícito aburrirse mientras releía el texto. Siguiendo los consejos de mi psicólogo, decidí optar por la deshinibición en la recta final del escrito. Es por eso que:

1 – He introducido a Scooby doo en una enumeración de autores reales.

2 – He decidido frivolizar con un tema tan serio como el aborto.

3 – Me he metido con la derecha de este país mediante una broma extraña. La derecha española no puede condenar la dictadura porque parte de su electorado corresponde a los nostálgicos del régimen. Por eso me he hecho pasar por franquista emulando admiración hacia las formas ultraconservadoras para luego, de repente, desmentirlo.

4 – He afirmado que Dios es de izquierdas por ser un revolucionario. La Última Cena estuvo repleta de gente necesitada. Se representa con los Doce Apóstoles como un símbolo de las Doce Tribus de Israel (Hijos de Jacob), pero lo cierto es que estaba repleta de maleantes, putas, mendigos, blasfemos arrepentidos, blasfemos por arrepentirse y creativos. Es por eso que considero que Jesús está más cerca de la figura de Sabina (intelectual de izquierdas) que de la de Usía (un engreído que se cree gracioso).


El hecho central de este relato está a punto de llegar. Tiene que ver con las transiciones de luz y con las expectativas personales, dos argumentos de peso que pueden ser utilizados ante un tribunal en el ámbito forense. Consideré en su día que podían provocar desconcierto e intriga al lector. Yo ya sé qué sucedió (lo viví yo) pero al parecer hay que captar la atención del que lee dosificando el contenido del texto.

Imagínense que el Sr. Martínez ha sido detenido por haber volado la cabeza a su primo con una escopeta de caza. El suceso tuvo lugar en una batida de jabalíes a altas horas de la madrugada y él, desde luego, declaró después del homicidio que había sido un terrible accidente. En el momento del disparo, pensó que había cazado un jabalí y cual fue su sorpresa cuando su primo, que al parecer le debía grandes cantidades de dinero y a su vez - según rumores malintencionados - se follaba a su mujer, fue el que recibió los perdigonazos en la sesera. La falta de iluminación y las expectativas dificultan y modulan nuestra percepción y, en ocasiones, si esperas ver algo y se dan las condiciones necesarias, acabas por verlo. Es un argumento válido para exculpar al homicida o, por lo menos, para recibir los beneficios de alguna atenuante.

El hospital Tórax no tiene luz propia. Es una roca inerte que recibe la iluminación tardía de los focos del campo del Egara. Aquella noche yo vi caer un cuerpo desde lo alto del edificio. Sucedió justo cuando las luces reflejadas en la cara Norte del hospital empezaban a menguar. Como todo ojo que se precie, tuve que acomodar mi mirada y fue en ese tránsito lumínico cuando vi como una sombra en lo alto se precipitaba hasta impactar con el lecho de "la jungla".

No es el primer cuerpo que veo precipitarse al vacío. Hace año y medio, circulaba por la Ronda de D'alt y a la altura de la salida 3 un hombre cayó desde lo alto y se estampó contra un Jeep verde que circulaba justo a mi lado, en el carril derecho. Yo no reaccioné cuando vi que alguien caía ni cuando vi que, en efecto, la persona en cuestión no había sido arrollada: había reventado el parabrisas del Jeep y se había introducido en el coche de cabeza acomodando su cuerpo inerte entre el conductor y su mujer. Yo me detuve y, mientras los ocupantes (originales) del vehículo salían despavoridos teléfono en mano, vi como la pobre víctima estaba parcialmente dentro del coche, estertorosa, pálida y con una sonrisa extraña de encías secas y blanquecinas.

Yo reaccioné con una calma que aún hoy me desconcierta para, segundos después, llamar a mi hermano y explicarle lo sucedido. Después llamé a una mujer con la que mantenía un idilio de naturaleza incierta. Había pasado la noche con ella y había ido a trabajar al aeropuerto sin dormir. Quiero aclarar que "incierta" es un adjetivo intencionalmente extraño. De hecho, es un eufemismo: era una relación extraconyugal y yo (os doy una pista) nunca he estado casado.

Nunca supe si fue un suicidio o un accidente. Personalmente prefiero la hipótesis del suicidio porque morir así - si no es a cosa hecha - es una broma de mal gusto. Odio la idea de poder estar paseando y, después de darme un baído, acabar empotrado en un coche. Soy un ser empático y no quiero aplicarme esa lógica perversa. Que te atropelle un trailer sin venir a cuento es una realidad demoledora. Si vosotros queréis dudar de lo sucedido, hacedlo. Yo me debo a mí mismo y a mi estabilidad mental y seguiré creyendo que aquel hombre no tenía intenciones de acabar el día. Se quiso suicidar ante la estupefacción de decenas de conductores. Y lo consiguió.

Consideradlo un ejercicio de higiene mental.



martes, diciembre 18, 2007

 

8 minutos

Por carlos Cubero


08:00 a.m.



El sol ha desaparecido. No es que haya un eclipse o una nube espesa y esponjosa nos impida ver la luz que nos da vida. No. Me temo que el sol se ha esfumado de repente. Y nadie sabe porqué.

Si repasamos nuestras certezas, que amanezca a diario es una de las más importantes. Es un valor seguro cuando has pasado un día de mierda y tienes ganas de llorar. Sé que el sueño es un proceso activo, tan activo que el organismo no pudo más que anular nuestro tono muscular para poder expresarnos en sueños sin matar a alguien. Aún así, me gusta pensar que dormir es desconectar, del mundanal ruido al menos, para poder encogerme entre mis sábanas pensando que no todo está perdido y que, sobre todo, mañana amanecerá de nuevo.

Pues no, mañana no amanecerá de nuevo, pero podría ser peor. Si siguiéramos las leyes newtonianas, nuestro planeta tendría que estar yendo ya a la deriva. Al no haber masa gigantesca que nos haga rotar deberíamos haber descarriado camino a quién sabe dónde. Pero Newton no sabía lo que era la gravedad y fue Einstein el que nos dijo que nada podía viajar más rápido que la luz, ni tan siquiera la atracción entre dos cuerpos.

La luz del Sol tarda 8 minutos en llegar a la Tierra y es ese el tiempo que nos queda antes de que nuestra querida Tierra salga de los cauces de su orbita y se aleje. Sí, adelante, ¡mirad por la ventana! Ya sé que no me creéis porque podéis ver al astro rey bañando vuestras doradas mejillas, pero es que su luz tarda 8 minutos en llegar a la Tierra y su oscuridad... También.

Sé que contempláis la posibilidad de que nuestro planeta acabé orbitando otra estrella. Puestos a escoger, Alfa Centauro es la más cercana a 4'6 años luz de nuestra posición original, pero si me preguntáis por la posibilidad de que tal cosa suceda... La verdad, "lo veo negro".

¿Qué piensas hacer durante los próximos 8 minutos?

A mí no me preguntes.

Ya lo sabes.


08:05 a.m.



Perdonad la intromisión. Soy yo de nuevo. Me he quedado inquieto con ese final lleno de suficiencia. Es mentira. Es falsa suficiencia. No soy suficiente en lo que a la muerte se refiere ni sé si es escribir lo que realmente quiero hacer en mis últimos momentos.

Estamos toda la familia despanzurrados en el sofá viendo un capítulo de House. A mi madre le gusta mucho Hugh Laurie y a mí también, pero de diferente forma. Nos ha rogado que, ya puestos a morir todos, quiere ver de nuevo ese capítulo donde House se encuentra de nuevo con su ex-mujer. A mí ese capítulo no me gusta nada, me hace sufrir porque su ex-mujer es preciosa y se parece a otra mujer - también preciosa - que conocí y que aún me provoca emociones dispares. Y me duele el corazón. Me provoca sensaciones dispares porque no se merece nada y, a su vez, alguna cosa. Con ella habíamos acordado que si caía un meteorito a la Tierra nos fugaríamos juntos. Lo decíamos entre risas - claro está- porque no esperábamos que algo así pudiera suceder. No me parecía mala idea acabar mis días con ella y jugar a no saber lo que sabíamos, hacer como si nada malo estuviera sucediendo. Sería, al fin y al cabo, como una observación astronómica mundana con final catastrófico pero súbito, sin dolor. Era morir mirando arriba con la sonrisa comedida de los que se cogen la mano.

Pero por mi madre, lo que haga falta.

Mi padre está llorando y odio cuando mi padre llora. Sólo lo he visto una vez llorar y fue en el salón de nuestra antigua casa. Mi hermano se había roto los dientes saltando de un sofá al otro. Tuvo la mala pata de tropezar con una de las esquinas para perder el equilibrio y darse de bruces. Y mi padre lloró al ver que acababan de afear a su precioso hijo. Fueron pocas las lágrimas pero me impactó porque nunca había visto en él debilidad alguna. Con los años caes en la cuenta de que las parejas bien avenidas no necesitan llorar en público. Si acabas tu jornada con una compañera que te entienda, el mundo es un lugar más sencillo y más hermoso.

Mis padres son sensibles y emocionales. Cuando les regalamos cosas por Navidad creo que tienen ganas de llorar, especialmente cuando les cae algún regalo de esos que les llegan al alma. Y nos quieren mucho. Y nosotros a ellos también.

Yo también soy muy emocional y tengo ganas de llorar. Hoy sí que abrazo a mi madre de verdad porque, aunque no sea una persona de estricto control a lo que a emociones se refiere, siempre tengo ese rechazo a excederme con una mujer que no es la que me pertoca. Imagino que eso tiene que ver con la superación del Complejo de Edipo.

Mis amigos también tienen a los suyos pero querría tenerlos aquí. Yo a ellos los quiero muchísimo porque son el resultado de una búsqueda incesante de personas con características tan dispares y tan bien armonizadas. Y son parte de mí.

Seguro que ya nadie lee estas palabras.

Ha tenido que suceder una desgracia para, por fin, escribir para mí mismo.

Que Dios se apiade de nuestra alma.



08:12 a.m.


El mundo siempre ha sido un castillo de naipes. Mi cuerpo se insensibiliza y el cielo es un campo de jacintos con millones de luciérnagas. Las temperaturas son gélidas y el viento es demoledor, pero si te estiras en el suelo puedes llegar a escuchar sólo sus efectos.

Mientras el viento huracanado me eleva como a una hoja ocre y marchita; entre tejas, ovejas, tiestos, silbidos y auroras, que vengan a mí cada uno de los recuerdos que azotaron y acariciaron mi vida. Mientras tierra y cielo se unen, mientras el mundo de la probabilidad dicta sentencia, quiero hacerme con todos los sentimientos intensos de cada una de las melodías.

En el fin de los días, dame la serenidad suficiente para ser todas las cosas.

Sin perder ninguno de mis recuerdos.






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