domingo, noviembre 19, 2006

 

CONFESIONES DE UN PARASOMNE

Por Carlos Cubero

A veces más me valdría ir al médico y hacerme pasar por narcoléptico. A fin de cuentas tengo uno de los cuatro criterios que
definen a la narcolepsia ¿No engordamos acaso nuestro Currículo con la esperanza de encontrar un trabajo que nos dignifique? La tétrada narcoléptica está compuesta por somnolencia diurna, cataplejia, parálisis nocturna y alucinaciones hipnagógicas.

A mí me ha tocado la parálisis nocturna. Es la más florida y bonita; toda una experiencia. Llevo desde los 5 años sufriéndolas y, creedme, sé de lo que os hablo ¿que qué se siente? Me valdré de las certeras palabras de G. Rasputín en su “Cartas a Praskovia Fyodorovna” para explicar lo que uno siente cuando el Sr. Parasomnia llama a tu puerta.

Desde que te fuiste, mi sueño es agitado y extraño. Me despierto paralizado pero con la mente lúcida y vigilante. Puedo sentir como mis brazos se desprenden para, en ocasiones, escuchar un crujido íntimo y demoledor ¡Tan poderoso como el crujir de los glaciares! Y acabar con mis extremidades flotando con ritmo nervioso y frenético, como el de los cilios de una cometa encarada al viento. En esos momentos escuchó la voz de tu pensamiento y es entonces cuando el miedo cesa; el miedo primigenio que provoca soñar vividamente el síndrome de piernas inquietas. Quiero salir de mi cuerpo y verte con unos ojos que aún no conozco; ojos turbios del interminable zumbido; los ojos de las sombras extrañas y espacios malformes; los que te hacen ver lo que no quieres e informan a pesar de uno mismo. Te he soñado, te he predicho, te he visto y he llorado unas penas -tus penas- que no debería haber sentido. Me he visto arrebatado por alegrías súbitas y absurdas y he olido el cálido aroma de tu piel en la soledad de una casa húmeda y enmohecida. Y es que mi mundo ha dejado de estar regido por el sentido común materialista. ©



Los estudiosos de los trastornos del sueño se exprimen los sesos preguntándose que son las parálisis nocturnas ¿Síntoma o enfermedad? ¿Debe tratarse de forma aislada? ¿Por qué ese desfase en el sueño REM? ¿Qué sucede en el tronco del encéfalo? ¿Por qué esa atonía muscular consciente?

Sufrir parálisis nocturnas es morir un poco cada noche, una forma aprendida de afrontar una realidad que nos duele, que no puede asimilarse y que nos sume en la impotencia.

Las experiencias extracorporales son una forma de huida producto de factores genéticos -de nuestro carácter - y de situaciones incapacitantes vividas. Yo me fui en su día porque no tenía mejor manera de huir. Era lo único que podía hacer; como un preso condenado a cadena perpetua o como un reo torturado. Me fui y aprendí que esa era la forma de afrontar las cosas: huyendo. Me fui un día y tuve miedo - mucho miedo - pero acabó siendo un patrón de conducta sólido y establecido.

Hay un detalle que no debe pasar desapercibido: yo ya sé como voy a morir. Sé lo que sentiré y sé como me veré. La angustia inicial ya me será familiar, al igual que el desconcierto de no saber donde se encuentra uno. Sé que significa ver mi cuerpo y verlo inanimado. No me preocupa ascender y ver la cara de la mujer que quiero; ni me preocupa ver cosas que fueron, que serán y que son. No me desconcierta tener visión remota ni sufro el temor de perder el juicio. Esas son cosas que ya no me preocupan.

Acabo este escrito expresando el temor a quedar como un bicho raro, aunque para alguien como yo, acostumbrado a las confesiones ajenas y espontáneas, pocos se libran del yugo de la anormalidad. Yugo o bendición, porque no hay nada peor que no tener nada que explicar.





Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.5 Spain License. This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Google