miércoles, marzo 24, 2010

 

DuBois


Por Carlos C. Gamito



La controvertida medium Allison DuBois ha querido siempre revestir de trascendentalidad su historia personal, y me da rabia ¿Qué se ha hecho de aquel prototipo de mujer torturada por intensos conflictos personales? Nadie posee un don sin una deficiente vida personal, sin una patología comórbida, incapacitante o, como mínimo, molesta. Stephen King lo sabía y nos propuso a Carrie, una adolescente desadaptada, hija de una devota religiosa, que explotaba en fuegos artificiales telequinéticos ante los abusos de sus compañeros de instituto. Y así debe ser.

La capacidad de la Sra. DuBois surgió, según ella afirma, después de la muerte de su bisabuelo. A la edad de 6 años, la noche justo después del funeral, se despertó súbitamente por la inesperada presencia de un ser difuminado sentado en el pico de su cama. Era su bisabuelo y le decía que estaba bien y que ya había dejado de sufrir.

No dudo que tal revelación fuera cierta pero afirmo que debe haber multitud de historias desechadas en favor de la pulcritud de su imagen pública. Sin ir más lejos, el propio Jesús fue representado como un niño de poderes desbocados en el Evangelio de Tomás filósofo israelita. Hacia el séptimo año de nuestra era, cuando el hijo de Anás el escriba estaba atizando con una rama de sauce una balsa que el propio Jesús había creado, apareció Jesús encolerizado: - Insensato, injusto e impío, ¿qué mal te han hecho éstas aguas? Ahora tú te vas a quedar seco como un árbol sin raíces - Y enseguida él se secó entero. Dicha historia nunca fue recogida por ninguno de los cuatro Evangelios Canónicos.


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Esa fue la razón por la cual di crédito a una historia que me fue revelada por el mismísimo Dr. Gary Swartz - uno de los más acérrimos defensores de las capacidades de la Sra. DuBois - en una noche de excesos en el pub The Unicorn de Canterbury.

Al parecer, Allison, cuando aún no hablaba con total fluidez y cuando prefería los brazos maternos a posar los pies en el suelo, acompañó a su madre de compras al Pro's Ranch Market de la Avenida E. Roosevelt de Phoenix. En uno de los pasillos, y con la predecible curiosidad infantil ante las texturas y los colores, posó sus manos en uno de los productos estrella de aquella temporada. Era una ensaimada argentina, un exponente gastronómico heredado de los baleares que llegaron a la pampa, como muchos españoles, entre 1880 y 1930. Sus minúsculas manos acariciaban aquella caja octogonal cuando, de repente, según me relató el propio Swartz sus dedos empezaron a moverse con impropia rapidez por la superficie de la tapa. (...) Fue allí donde sus poderes mediúmnicos fueron revelados (...) Ese pequeño dedo se movía a una velocidad endiablada, presa de un acceso incontrolable.

Cualquiera lo hubiera interpretado como un ataque epiléptico pero, justo después, las luces del establecimiento empezaron a titilar de forma brusca y acabaron por desembocar en una colosal lluvia de chispas. La frustración de un ente incapaz de expresarse, de decir la suya, de verse obligado a repetir "manteca de cerdo" "harina", "azúcar", "huevos" siguiendo con frustración los ingredientes de aquella caja octogonal, fue la que acabó por provocar un deflagración infernal en el supermercado de su Phoenix natal.

Esa pataleta espiritista no sólo arruinó toda la sección de productos de importación, sino que chamuscó los pelos de una de las cajeras hispanas que desempeñaban su labor. La madre de Allison, acostumbrada a las excentricidades paranormales de su familia, cogió en brazos disimuladamente a la niña, aún en trance, y abandonó el supermercado silbando "she moves through the fair" ante una clientela estupefacta.





 

Bullying



Por Carlos Cubero


R.S.A.

Sí. Obligaron a la chica a comerse una mierda untada en una galleta. Sé que no les hará gracia, especialmente si, como adultos responsables, lo primero que hacéis es poneros en la piel de la chica hostigada, rodeada por unos compañeros y obligada (por presión social y alguna amenaza que otra) a meterse una caca de perro en la boca. Acordareis conmigo que el sentido del humor se depura con el tiempo. Especialmente cuando eres capaz de sustituir un rostro anónimo por el de alguien de valor emocional. Si hubiera sido mi madre hubieran parodiado otros y yo sería un niño apocado, retraído, marginado y violento. Y nunca me hubiera reído.

Yo ahora mismo me estremezco sólo de pensar en aquella muchacha rodeada por unos energúmenos ávidos de poder, haciendo gala de su supremacía ante los novatos del colegio de educación secundaria. Pero por aquel entonces era una historia que no me cansaba de oír. A veces reíamos, parodiábamos la situación y nos recreábamos en la parte donde la chica tenía que hacer de tripas corazón. Comiéndose una caca. Muy grande. Humeante. O no. Pero tenía que ser blanda porque "había sido untada".

En nuestro imaginario impulsivo la niña de rostro anónimo se come una caca, nos reímos de ella, se va a casa y nos pasamos todo el día hablando de cacas e insultándola. Le obsequiamos con un contexto conocido, un patio de tierra y grava, rodeada de setos, parterres de extrañas plantas que machacábamos hasta dar con la pócima, en los aledaños de una construcción de dos pisos, cuadrada, de ladrillo rojo y de persianas funcionales. Es allí donde todo sucede.
Luego ella desaparece y no existe. Sólo existe cuando los hostigados quieren; como un holograma, pero más real.

Ella cumple su función; y se merece su función.
Y más allá de eso, nada.


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"Let's talk about a "tattoo" subject"

Ali G.




Este fragmento puede considerarse una más de las salvajadas y obscenidades del humorista británico Sasha Baron Cohen. Observad, sin embargo, como el resto de entrevistados callan y agachan la cabeza mientras Ali G. arremete impunemente contra el Dr. Jeffrey Wallin, llegando a amenazarle con pegarle un mamporro si sigue riéndose.



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