jueves, marzo 30, 2006

 

DIARIO DE UN PALEONTÓLOGO (APÉNDICE)

Por Carlos Cubero

En ocasiones, las palabras cobran vida propia y sientes el deber de alimentarlas. No tengo necesidad alguna de expresar nada porque cuando la mar está en calma, no arrastra desperdicios hasta a la costa.

Los escritos están a mi servicio y no estoy en deuda con ellos, pero ¿Por qué no moldearlos y limarlos de asperezas? Para olvidarme, quizás, dándole la forma de un mapa esférico a mis oídos.

Doy clases de paleontología aplicada en la universidad de Kent, y no se me pasa por la cabeza mencionar ninguno de los hallazgos encontrados en Etiopía. Me encerrarían o, peor aún, me retirarían la cátedra y su acomodado sueldo: foraminíferos, orbitolínidos, fusilínidos, orbitoidos… No tengo intención alguna de salirme del temario.

Llevo una vida sosegada. Mi mirada ya no es turbia porque traje la capacidad de disfrutar de las pequeñas cosas y la conservo como un tesoro: un prisma secreto e innombrable.

Hoy se ha quedado dormido conmigo recostado en mi pecho. Al parecer mi ritmo cardíaco y respiratorio provoca somnolencia (no lo sabía). Mis sueños son apacibles porque tengo miedo a moverme y agitar, siquiera por un segundo, su placidez infinita. Tendríais que ver la luz en sus cabellos dorados y revueltos. Lo veo por las mañanas y siento la misma paz que traje conmigo ahora hace un año y medio. Me traje pureza y eso es lo que tengo dentro; es lo que quiero regalarle.

Él confía en mí, yo confío en mí mismo, ella - creo- nos cuida a todos. Yo me debo a él, por ser inocencia y promesa entre mis brazos. No importa mi desespero, porque ya siento a través de su cuerpo regordete ¿Qué más da si tienes hambre?, sólo siento el ronroneo de su pequeño estómago ¿Qué es la muerte ahora sino perder el olor del sueño de un infante?

Hubo un poeta que dijo haber nacido cansado, sin embargo, despuntaba vida con cada adjetivo cuando la veía. Me debe haber sucedido algo parecido, sólo que ya no recuerdo el agotamiento de los años oscuros: desde mi estancia entre los nativos y desde que acabo mi jornada con su calor, el de sus pechos en mi antebrazo, acogido por el enredo de sus cabellos negros.

Dicen que los humanos vivimos de sueños, que lo peor que puede sucedernos es verlos cumplidos. Pero se equivocan: yo he cumplido mi sueño con la diferencia de que yo, Richard Treehood, me he quedado a vivir en un uno de ellos; el más bonito, con mi niño, con ella y con mis recuerdos.

Perdonadme si llamáis y no me despierto.




 

DIARIO DE UN PALEONTOLOGO (VI)

Hace tres meses que hemos detenido las excavaciones. A cambio, hemos estado pegando los trozos de buena parte del inventario conseguido hasta ahora. Hace tres meses, George colocó 5 kilos de dinamita en el ala oeste del campamento. Parte del inventario saltó por los aires y, entre los objetos destruidos, la mesita de noche de Rod. Estábamos consternados porque al agitarla escuchamos que en el primer cajón había algo.

Gracias a Dios nos hemos valido del pegamento ultra fuerte sintetizado a partir de los mejillones que utilizan los nativos del lugar. Johan “El Belga” les ha preguntado como se les ocurrió tal idea, a lo que respondieron que “observaron que no había modo de quitar la carne que adhiere el músculo a la concha; te comes el mejillón pero siempre queda la ternilla adherida (…) imposible desprenderla”. Estos nativos son brillantes y merecen todo mi respeto.

Hemos movilizado a todo los lugareños organizando el “Primer taller de puzzles Treehood”. Después de completar un puzzle de 350 mil piezas…¡Hemos recuperado la última carta entre Rod y Cora!... Entre otras cosas de menor importancia: el hueso hiode de un neandertal; un sombrero mexicano con motivos rupestres; el fósil de un sujetador petrificado hecho con fibra de coco; el primer ejemplar del “Tribuna”; una pandereta hecha con el omoplato de una cabrita prehistórica; etc.

El reverendo O’Brien enseguida se ha puesto a trabajar en la traducción. Me sorprende el temple y la abnegación del reverendo. Fue el único damnificado de la catástrofe y aun sufre las secuelas de la explosión. Padece un molesto tinnitus y aun conserva metralla en sus genitales. Dice que el pitido es casi ya inaudible y, respecto a lo segundo, afirma no dolerle ni importarle. Yo cada vez que veo la hinchazón en su sotana, qué puedo decir, se me encoge el ombligo. Pero al fin y al cabo, como él dice, es un hombre santo y no necesita de esos atributos. Ya había escogido el celibato antes de la explosión y digamos que ahora tiene más razones (espero que reversibles) de seguir con su cometido divino. En todo caso, lo importante es que ha podido traducir la carta. Al caer la noche, nos ha reunido en el campamento base y, sentado en sus testículos, nos la ha leído. La trascripción es como sigue:




La Sima de los Huesos, 35 mil a.C.


Querido Rod,

No sé que deben darte las nativas del lugar pero esto ya ha pasado de castaño oscuro. Quizás sea el clima, más benigno por esas tierras. Aquí empieza a hacer un frío terrible y tenemos que ingeniárnoslas para guarecernos y procurarnos calor. Últimamente no conocemos más que días grises, nieve, y temperaturas gélidas. ¿Qué estará sucediendo? La Madre Naturaleza se está volviendo loca. La cuestión es que mi paciencia se ha agotado y los sucesos se han precipitado por la sierra burgalesa. Las cosas han ocurrido de la manera más tonta…

Hace tres meses, estaba bebiendo agua en el río, agachada y disfrutando de la pureza del arroyo del Norte...De repente noté como una estampida de bisontes a mis espaldas y luego… En fin, que estoy embarazada y dudo que hayas sido tú: tus excelencias anatómicas tienen un límite.

Mi familia lleva todo el día comiendo setas y lamiendo sapos para descubrir el padre de la futura criatura. Han decidido que ha sido Loin, un muchacho Cromagnon majete pero con cara de tonto. La verdad es que no creo que fuera él, no parece capaz de tal cosa. Creo más bien que mis padres se fijaron en el ganado y las tierras de su familia. En todo caso, ya sabes que cuando los “Dioses” llegan a mi padre no hay quien le lleve la contraria...Hasta los matrimonios de conveniencia requieren de un ritual previo. Es el colmo, lo sé.

Por eso Rod, me veo en la obligación de decirte que ya no eres bienvenido a esta familia. Tu estancia se ha perpetuado demasiado y yo te quiero mucho, pero ya me la han endiñado. Y me duele mucho porque tenía todo nuestro futuro en mi cabeza ¡Deliciosas imágenes! Me imaginaba contigo en las costas atlánticas, huyendo juntos de la presión social de los locales, en Lagar Velho, y procrear hasta la extenuación.

Ahora eso pertenece al mundo de los sueños: no has vuelto y si lo haces será ya demasiado tarde. El divorcio no está legalizado aun, y sólo cabría esperar que mi futuro marido se muriese: por una pedrada, pisoteado por un mamut, devorado por un tigre dientes de sable, un ataque masivo de medusas, apaleado por una tribu rival, atragantado con una bellota, o todo a la vez. Pero no nos engañemos, hablamos de posibilidades que, hoy por hoy, son remotas. Mejor no alimentar esperanzas que puedan caer en un pozo sin fondo. Es por eso que Rod, te deseo toda la suerte del mundo. Esto, con todo el dolor de mi corazón, es un definitivo adiós.

Con todo mi amor,

Cora



Actualmente, me temo, que no hay rastro de los Neandertales en nuestra sangre. Ninguno de ellos pervivió y sólo quizás alguno de sus rasgos llegó a nosotros. Hace 35 mil años, Rod cometió el error de perpetuar su estancia en Etiopia, cerrando las puertas a la supervivencia de los de su especie; cerrando su corazón a Cora, quizás en favor de las fiestas nocturnas propias de los programas de intercambio.

Y yo, ante una ruptura de hace 35 mil años, he pasado de la embriagadora sensación de pertinencia al pavor más absoluto; al miedo proactivo que me provoca la idea de no volver a verte. Aquí hay montañas de verdad acumulada: sólo tienes que alargar tu mano y cogerla, y nadie lucha o te increpa por hacerlo, porque es una mina inagotable. Y ahora, con la verdad aprendida, me duele todo lo pasado.

Homínidos cabalgando triceratops, archaopterix como mascotas, intercambio estudiantil entre especies…Esta expedición está siendo baldía porque nada parece tener sentido. Es, en sí misma, una anomalía y no me apetece lo más mínimo dedicar mi vida a luchar contra toda la comunidad científica. Por eso he decidido ceder las riendas: voy a dejarla en manos de George. Parece que últimamente está más sobrio en su comportamiento y seguro le beneficia el tener que asumir responsabilidades…O no… En todo caso, la decisión está ya tomada…

Johan y el Reverendo se han quedado estupefactos ante mi decisión, pero después de abrazarme y despedirme, me han prometido que velaran por todo. Los nativos me han despedido y sé que no lloraran mi partida: me miran, alzan la mano, y sonríen; y es esa complicidad la que me dice que estoy haciendo lo correcto.

Habrá un tiempo en que los viajes nos parecerán sólo un instante: caeremos en una dulce nada y sólo habrá origen y destino. Eternos viajes que superarán a nuestra finita corporeidad. Me queda un largo trayecto para llegar a mi hogar y procurar el reencuentro. Quiero dormir y despertar en Paddington: tiempo baldío, zozobra e inquietud, mas merecida cruz. Última huída de mi presente, por un presente, Dios quiera seas tú.

martes, marzo 21, 2006

 

LOBEZNO

Por Carlos Cubero


Justo cuando los caninos definitivos empezaban a despuntar por las encías de Lobezno apareció George, el hijo pródigo de Ian, un reputado granjero de las afueras de Whatstandwell. La luna bañaba de claroscuro los abetos y Lobezno disfrutaba contemplando el baile de sombras al compás de los ruidos de la noche.

George, borracho como una cuba, cogió al lobezno por los aires. Apestando a alcohol, pensó que podría ser gracioso torturar al cachorrillo. De su bolsillo sacó unas tenazas, y apresando con fuerza el cuello del cachorro, le inmovilizó el hocico. Con ebria precisión y cara sádica, le extrajo los dos caninos: - Clavo oxidado en madera de roble – Musitaba.
Por todo el bosque, se pudo escuchar un escalofriante aullido; el grito del dolor que provocan las salvajadas sin retorno, el dolor de una pérdida irreversible. George, saciado, dejó al cachorro otra vez en la base del árbol y, tambaleante, se perdió entre la negra espesura del bosque.

Lobezno, ahora desdentado, se sentía humillado y abatido. Desposeído de su única arma de defensa y ataque, creció atemorizado por la hostilidad del bosque. Y no era sólo un juego de percepciones moduladas por el miedo: los depredadores pueden oler la adrenalina de sus víctimas a distancia, y Lobezno lo sabía.

Y esta es la triste historia de Lobezno: un animal herido y estigmatizado; condenado a vagar por los bosques; empujado a una existencia sin metas ni destino; capaz sólo de huir para protegerse a sí mismo; estéril en sus pretensiones y, por el resto de sus días, convencido de poseer un legado caduco.

Cabizbajo y pensante, esperaba la noche para caer rendido, embargado, como siempre, por un cansancio ulterior e infinito; y esperaba paz, para siempre soñar que se le caían los dientes: los escupía, pedía auxilio, pero siempre acababa llorando por lo que estaba siendo una catástrofe personal sin retorno.


domingo, marzo 12, 2006

 

ENVIDIA Y CEGUERA

por Carlos Cubero


En las cenas de empresa, dada la homogeneidad de los maridos, son las mujeres las que marcan la diferencia. Son ellas las responsables de definir a sus parejas, ensalzándolo o dejándolo a la altura del betún...En función de tu acompañante puedes acabar quedando como un pervertido, como un tío con clase, como un pelele, un pusilánime, un cabra loca, un hombre modesto, un estigmatizado, un débil emocional, un chulo playas, un percatador de emociones, un espiritual, un troglodita, un abrazafarolas, un ordinario, un salido, un dictador, un subyugado, un salvavidas...Y es que los días del Emperador y de Paco Clavel han pasado a mejor vida.

Ana se paseaba con su marido copa en mano saludando a los comensales, cuando se topó con Mary:

- ¡Uy, Ana! ¡Has engordado una barbaridad! – Dijo con una impecable sonrisa y con la frente libre de arrugas. Ana se sintió ofendida y se lo tomó como un ataque sutil pero dañino. Sin embargo, no podía replicar porque ya lo hizo en su día y salió escaldada: “Tómatelo como quieras…No he tenido intención de ofenderte, y no pienso disculparme”. Al mirarla a la cara, Ana vio una inocencia insana e incapacitante para leer los sentimientos ajenos. Sintió ira por ese rostro angelical.

Se acercó poco después Maribel a saludarla:

- ¡Uy, Ana! ¡Has engordado una barbaridad! - Ana se sintió atacada al ver su sonrisa llena de dientes alargados y su frente arrugada. Vio en su cara envidia; envidia por todo lo sacro y por toda falta de pretensión; envidia por los que se sienten libres de tan baja miseria. Maribel se sabía envidiosa y sabía que Ana lo sabía, pero procuraba hacer oídos sordos a tan bochornosa revelación. Ana sintió ira por ese rostro huraño y maquillado, pero suprimió el impulso de tirarle de los pelos dando paso a una cándida sonrisa.

Al día siguiente, Ana despertó arropada, abrió uno de los ojos y miró al techo. En un estado hipnopómpico, repasó la escena de la velada anterior. Se levantó, se estremeció por el frío mármol en la planta de sus pies y se dirigió al baño. En frente del espejo, se deshizo de su pijama y vio que quizás su figura no respondía a los cánones de belleza de las pasarelas. Era algo que ya sabía.

- Al fin y al cabo, a la mayoría de diseñadores no les gustamos... – Pensó.

Dio media vuelta con los brazos en jarra y posó sus manos en las nalgas. Mirando por encima de su hombro celebró tener caderas, un buen culo y un escote generoso, signos inequívocos de fertilidad para cualquier civilización que quiera perpetuar su estancia en este mundo.

Su marido irrumpió como un espíritu errante en el baño. La miró de reojo y sonrió mientras abría la llave de la ducha. Se acercó por detrás y la abrazó - Estás preciosa – Le susurró somnoliento mientras la besaba en la base del cuello.

El vaho se impregnó en las baldosas y Ana dejo de sentir frío en los pies. Arropada por la cálida neblina pensó de nuevo sobre los comentarios hirientes. Concluyó que, en plena batalla, más valía tener a una francotiradora localizada que pasearse por un campo de minas.



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