martes, enero 20, 2009

 

HABLEMOS DE MÍ

Por Carlos Cubero


!Pero basta ya de mí!
Hablemos de ti...
¿Qué piensas de mí?

(Edward I. Koch, alcalde de NY
entrevistado en 1987, citado
en Rojas Marcos, 2007)



Un actor británico tuvo la dicha de empezar su carrera en el Full Lights Club de Cambridge. No tenía intenciones de prestar atención alguna a las clases de antropología y arqueología de la universidad de Cambridge y, a diferencia de su padre (medalla olímpica), su carrera de remero se había quedado truncada por una inoportuna fiebre glandular.

Decidió pues hacer lo que más cómodo le parecía: actuar. Fue escogido en una audición para acabar coincidiendo con algunos de los que iban a ser los componentes de los Monty Python... y con Emma Thompson. Emma, al parecer, sintió atracción por aquel muchacho espigado, imberbe, de espaldas cortas, ojos azules saltones, de educación esmerada, punitiva, rígida y malhumorada que ya destacaba en la interpretación de formas teatrales homoeróticas propias de la época victoriana.

El actor en cuestión es Hugh Laurie (Dr. House) y siempre había querido escribir. Cuando empezó a hacerlo no sabía que estaba empezando una novela. Él quería escribir un diario personal pero descubrió que su vida plasmada en papel era realmente aburrida, así que empezó a dar rienda suelta a su imaginación para vencer el hastío que se provocaba a sí mismo. Y acabó publicando "The gun seller", un éxito de ventas dedicado en vano a su padre.

Mi biografía es mucho más modesta. De lo único que puedo alardear es de tomarme un café en frente de Xavier Rudd y ahondar en la filosofía de los aborígenes al son de la pegadiza canción "Let me be". Imagínense. Y no hay que despreciar a nuestro genial good energy - aussie, pero si hubiera salido con Emma Thompson ya habría frecuentado algún que otro plató para colmar la necesaria dosis de chismorreo de mujeres hacinadas delante del televisor. Es por eso que nunca he tenido la intención de explicaros mi vida. Por lo que a mi concierne, mi vida, como la de todos, es soporífera. Incluso cuando hay gente que se enorgullece de su vida, a mi me parece tediosa y aburrida. No os lo toméis como algo personal: el problema no es mi vida, ni la vuestra, ni la de nadie. Es el mundo.

Mi vida está en mi cabeza y se enraiza en mi realidad inmediata por unos tentáculos invisibles que salen de mi boca. Es una imagen horrible, lo sé, y puede que después de lo dicho me veáis como el personaje de alguna de las sagas de Resident Evil. Pero al igual que l'infant sauvage, yo soy un claro ejemplo de que lenguaje y pensamiento están íntimamente relacionados. Mi realidad se construye por lo que digo y si no puedo decirlo no existe. Si se da la casualidad de que no puedo decirlo y no puede más que existir, colapso.

Mi vida empieza a tener sentido cuando imagino un meteorito cayendo en la avenida Barcelona de Terrassa. Todos ven horrorizados como el sol se oculta parcialmente por la súbita presencia de un cuerpo extraño - allá en lo alto - que parece aumentar de tamaño. Nadie esperaba un eclipse porque la Luna andaba dando su media cara al astro rey con actitud burlesca, propia de los que se alejan a razón de unos centímetros cada año de la madre Tierra.

No se miran unos a otros y nadie sale despavorido. Como una cabra asustada, se han quedado paralizados aceptando lo que les venga encima. En las grandes catástrofes, hay un momento en donde la suerte está echada. Hagas lo que hagas serás víctima o beneficiario de un suceso aleatorio y, por mucho que corras, llevas un boleto en el bolsillo izquierdo.

Todo parece caer en el relativismo más absoluto. Las idioteces que nos embargan y que condicionan nuestro día a día, se han desvanecido, dando la cara, descubriendo su pequeñez y trivialidad.

Pero todos se han quedado boquiabiertos - más si cabe - como polluelos agarrotados al ver que el enorme cuerpo, cubierto de cráteres y demás cicatrices, se ha quedado pinchado como una aceituna en la escultura de la Plaça de la Dona Treballadora.

Estaba hecho de poliexpán.

Y es ahora cuando las personas empiezan a mirarse y a reírse. Para ser precisos, manifiestan eso que llamo "emoción pura por exceso", donde el sujeto ya no sabe si llora por ser feliz o rie por tener miedo. Y en ese acceso nervioso e histeria colectiva empiezan a abrazarse sinceramente.

Poco después, todos vuelven a calmarse. Secándose las lágrimas y con el gesto residual de lo que había sido una situación de riesgo vital, se alisan las ropas y, visiblemente avergonzados, siguen su camino retomando de nuevo sus vanas preocupaciones.




********



Entre el sopor del día a día y el caos de una mente enferma se mueve la creatividad que nos da vida. Es ese campo verde que oculta el bullicio de las calles y la presura matutina. Es ese paisaje de cielo irreal azul topacio, de viento cálido y racheado, ondulante, que nos recuerda que estamos solos y a gusto con nosotros mismos.

Me diréis que la realidad puede llegar a sorprendernos, y tendréis razón: Teotihuacán, las caras de Bélmez, el caso Madeleine, la oleada del 47... Pero acordaréis conmigo que la muy villana se dosifica ladinamente, reservando sorpresas para evitar un aumento en la prevalencia de muertes súbitas por paro cardíaco.

Pero yo tengo un corazón grande, de paredes gruesas y de soplo sistólico ya disuelto. Y pueden dar fe de que puede escucharse en el silencio de una habitación oscura. Es por eso que he llegado a la conclusión de que soy, simplemente, un hombre sin paciencia.



Quijotescas



La réplica de la máquina Antikythera
(Cap.1)


Dieta Romana (Cap.2)



Lupanar
(Cap.3)


Perturbaciones (Cap.4)


Ortocono (Cap.5)

miércoles, enero 14, 2009

 

La Dama de la curva (Reposición obligada)


Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.5 Spain License. This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Google