lunes, febrero 25, 2008

 

COCKLES




Por Carlos Cubero



I



Yo no quiero una novia hiperactiva. No quiero que me pregunten ¿dónde está tu novia? y tener que responder "Está subida en la farola".

Fue el rasgo distintivo de mi relación con una joven británica. Yo, en un afán por evitar culpabilizarla, en un intento de no perder la objetividad, le dije que ciertas conductas no estaban mal en términos absolutos:

Que muerdas a Manuel en el brazo para apostillar que tienes hambre - en plena plaza mayor de Madrid - no está mal. No quiero estigmatizarte (...) pero perdóname si te digo que espero otra cosa de mi pareja.


Después de lo dicho me grito frases tales "I'm fed up with you being ashamed of me", "I hate feeling you're embarassed " y "God bless the Queen".

Creo que perdió los nervios porque me quería y porque sintió que su conducta quizás no estaba siendo adecuada comparándola con su grupo de referencia. Al fin y al cabo, su hermana nunca mordió a nadie y su madre nunca me mordió a mí ni a nadie del hospital donde trabajaba.

Luego siguió gritando y, mientras parecía reñírme, me centré en el sabor de los berberechos que estaba comiendo. Yo esperaba deleitarme con el sabor de algo natural y fresco, pero lo cierto es que los cockles (así se les llama allí) de una de las pescaderías del puerto eran de salados, incomibles.

Sentado en uno de los muelles del paseo marítimo de Whatstandwell , la luz era tenue, norteña y extraña, como la luz de "Perros de paja", pero yo querría para los míos la misma política urbanística proteccionista, de casas inglesas, asfalto irregular y húmedo, de muelles de madera roída por el salitre.


Desperté de mi letargo y me vi solo frente al mar.

¿Es necesario establecer lazos imperecederos con una pirañita de ojos azules?



*********



Para no parecer celoso o irracional tuve que ahondar en las causas primigenias de mi disgusto. Ella ya estaba subida en una farola - oteando el horizonte y con cara malhumorada - pero a mí, hombre dialogante donde los haya, no me importó gritar para resolver el entuerto.


- ¡En la religiones afroamerindias se degüellan gallinas en los cruces de camino! ¡Eso significa que cualquier cosa que hagas tiene cabida en el mundo del comportamiento! ¡Dar un bocado a Manuel no es malo! ¡De hecho, es hasta gracioso si no fuera porque mis padres en reuniones sociales no se muerden unos a otros! ¡Venga, baja!

- ¡You are jealous!

- ¡Que no son celos! ¡Un bocado en sí mismo no es malo! ¡Pero si las mujeres que no son mi pareja no me muerden! ¡¿por qué muerde mi pareja a otros sujetos?! ¡¿Por qué me tiene que tocar la peor parte del pastel?!

- You felt threaten.

- ¿Amenazado? ¿Por Manuel? Si tiene cara de pato y pertenece a la clase ultraconservadora madrileña. Va, baja de la farola y no empieces a decir tonterías. Me has presentado a todas tus amistades y ninguna de ellas me ha mordido ¿Cómo explicas eso? Cuando hablo de la anormalidad de tu conducta no lo digo en términos absolutos. Es sólo que me extraña que pegues bocados cuando nadie de tu entorno me muerde a mí ¿Comprendes porque no me parece normal?

- Manuel is more handsome than you.

- ¿Manuel? (carcajada) Sólo me estás poniendo a prueba ¡Si el tío no se come una rosca! ¡Más feo que un boniato! ¡Para postre, habla inglés como el ano! Va baja que la gente nos está mirando ¡Deja de dar el espectáculo! ¡Te vas a caer y te vas a romper la crisma!

¡¿Quieres bajar por el amor de Dios?!

- His pennis is bigger than yours.

- ¡Baja de una puta vez! ¡Baja! (empiezo a sacudir la farola con ímpetu) ¿Quieres bajar de una puta vez? Esta todo el mundo mirándonos. Y deja de decir estupideces.

- His pennis is bigger than yours. I saw it when i put it in my mouth (lo dice mientras se agarra como un koala a un eucaliptus y hace gestos obscenos con la boca).


Dejé de sacudir la farola. La gente parecía haberse aburrido como yo de las sandeces de una pareja infeliz. Algunos de ellos obviaron que yo era el extranjero y, dejando de lado actitudes chovinistas, dieron la espalda a la conducta infantiloide de una de sus compatriotas.

Se dispersaron y yo me dirigí hacia un pequeño arenal donde atracaban las barcas de los viejos pescadores. Me agaché y cogí un canto rodado. Era arenoso al tacto. Lo soplé para descubrir su gris pizarra y la fria suavidad de su superfície.




II




De acuerdo, le tiré una piedra. Fue mi mano la que lanzó el pedrusco y fue el pedrusco el que impactó en su cabeza. La mano es mía, la piedra no tiene control motor y, por tanto, soy culpable. Pero no sé si quise darle.


Si no querías darle ¿por qué tiraste la piedra?


Mi parte punitiva tiene razón. Pero creo que lo que realmente quería era tirarle una piedra, darle en toda la cabeza y propinarle un dolor proporcional al que sus palabras me procuraron. Es sólo que no tuve tiempo para caer en la cuenta de que dicha probabilidad rozaba lo absurdo.

Tengo que confesar que interiormente valoré la idea de que realmente podía hacerle daño. Era una posibilidad que me pareció fugaz y despreciable, pero la sentí y, aún así, le lancé el pedrolo con una puntería endiablada.

Yo no soy un maltratador porque nunca había agredido a mi pareja y mucho menos de forma sistemática. Nunca he hecho daño a una mosca y aquello fue un suceso aislado. Salvando la distancias, fui como una puritana que se queda embarazada con el primer polvo.

El trompazo fue importante. Richard, mi mejor amigo cuando las cosas se ponen feas, acudió enseguida al puerto de Whatstandwell. No tardó ni cinco minutos porque dio la casualidad que estaba en uno de los pubs del centro cerrando alguno de sus negocios. Detuvo su flamante Jaguar Sovereign negro y bajó del coche.

Le expliqué lo sucedido mientras se agachaba y posaba sus dos dedos en la carótida de Jess. Luego se levantó y asintió dándome a entender que comprendía mi postura. Me dijo que él hubiera talado la farola y le hubiera partido la boca antes de que llegara a la parte del pene. La parte donde afirmaba que el pene de Manuel era más largo que el mío le pareció muy relevante. Y pareció encenderse.

- ¿Eso se ha atrevido a decirte? Miguel, tú deberías ir a un psicoterapeuta y ella...- la miró estirada en el suelo - ella está donde se merece.

Luego se arremangó vigorosamente, se subió los pantalones y recogió del suelo a Jess sujetando con sus grandes manos su cabeza. Con sumo cuidado la estiró en los asientos de atrás del Jaguar.

Nos metimos en el coche y Richard resopló.

- Y bien ¿Dónde la enterramos?



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Nota del autor: el narrador en primera persona me permite interpretar un personaje, acotar los paisajes y dirigir la visión del lector.


domingo, febrero 24, 2008

 

Deja Vu (las presuntas excentricidades de un genio)



Por Carlos Cubero




Genio
(Del lat. genĭus): Capacidad mental extraordinaria
para crear o inventar cosas nuevas y admirables.


(del árabe جن yinn): Mal carácter, temperamento difícil.



Se rumorea que Stephen Hawking, Matemático y físico teórico de la Universidad de Cambridge, se fue al cine a ver Deja vu una feliz tarde de Domingo. En la película, un agente interpretado por Denzel Washington y otro encarnado por la versión inflada de Val Kilmer, decidían utilizar un agujero de gusano para enviarse una nota al pasado y evitar así un ataque terrorista.

Stephen, al ver semejante disparate, se atragantó con las palomitas. Su fiel acompañante, John Mathew, al ver sus dificultades respiratorias, tuvo que darle vigorosas palmadas en la espalda para evitar su muerte y, al ver que no podía desatascar las vías aéreas del físico, le practicó la conocida maniobra de Heimlich o abrazo del oso. Lo hizo con tanto brío que Coca Cola, palomitas y trozos de cookie salieron disparados del cuerpo de unos de los genios vivos del siglo XXI.

Mientras los presentes - muchos de ellos con arcadas - se limpiaban los restos alimenticios y biliares esputados, Stephen - ya recuperado - decidió darle a la palanca de su silla de ruedas en la posición turbo. Como un kamikaze en plena Segunda Guerra Mundial, aceleró por el pasillo por entre las butacas lanzándose contra la pantalla ante la estupefacción y el desconcierto de todos los espectadores.

Acabó practicando un siete a la pantalla arruinando la proyección de la película.

A la salida, los periodistas le asediaron con los micrófonos. Declaró que el film había sido un auténtico despropósito. "Yo ocupo la cátedra de Newton y si él hubiera asistido a una función donde se intentara convencer de que las manzanas levitan, hubiera hecho lo mismo. "

Luego en un tono impropio, incluso para un ordenador parlante como el suyo, dijo: " me cago en la puta madre del guionista". El periodista, boquiabierto, creyó no entender lo que el Sr. Hawking estaba diciendo y Stephen añadió "Le voy a reformular los factores para facilitar su comprensión: el guionista de "Deja vu" tiene madre. Pues bien, esa madre se dedica a la prostitución".

Los guionistas Bill Marsilii y Terry Rossio, semanas después, denunciaron al físico por injurias y por "desvelar la verdad de la ocupación de sus respectivas". Y es que los genios como Hawking lanzan verdades como puños incluso cuando son presos de una ira incontrolable.





A Xavi




miércoles, febrero 20, 2008

 

DARK SCENE OF THE WEEK (5)


Por Carlos Cubero











lunes, febrero 18, 2008

 

(...)





domingo, febrero 10, 2008

 

DARK SCENE OF THE WEEK (4)



Por Carlos Cubero











miércoles, febrero 06, 2008

 

Pedro


Por Carlos Cubero





La gente me pregunta si estoy serio o cabreado.
Yo siempre les respondo lo mismo: estoy pensando.


(Pedro, 2008)



La palabra metástasis resaltaba del texto como subrayada con fluorescente y, entre las mil palabras propias de la jerga oncológica, orbitaba el síndrome de la vena cava superior. Pedro, sin embargo, no necesitaba saber el significado preciso de un carcinoma pulmonar para entender que su cuerpo le estaba fallando.

Su declive físico había empezado ahora hace dos meses. No había sido nunca un hombre de aspecto pulido, pero era obvio que algo no funcionaba porque su piel se había vuelto grisácea y empercudida. Sus andares - en cuestión de semanas - se tornaron torpes y céreos y, encorvado, parecía pesarle la cabeza más de la cuenta. Con movimientos lentos y cansinos, se la sujetaba con sus manos curtidas y flácidas, como si quisiera aislarse del bullicio de los bares del pueblo, como si no pudiera soportar más el frívolo griterío de los que piensan en el mañana.

Sus ojos estaban apagados y amarillentos, y sus orejas parecían de cera, a base de un cartílago más propio del que reposa en una cámara frigorífica.

Pedro era de esos seres humanos que nunca se leían la letra pequeña. Mientras a mí me asfixia el siempre jamás, él hubiera estado toda la eternidad como jardinero del pueblo.

Cuando me dio su informe médico quiso compartir conmigo que se estaba muriendo. Y yo sólo sentí un tristeza comedida y leve.



*******



La verdad de la gente reside en la resta de su conducta basal y su conducta actual y Pedro siempre fue un hombre de hábitos. Se tomaba diez carajillos de cognac diarios mas 40 cigarrillos negros. Era la única persona que conocía que comprara el paquete de 25 cigarrillos de Ducados. Aquel día llevaba más de una hora sin fumar y fue la primera vez que le vi tomarse un café con leche con un croissant.

A pesar de estar consumido, cerró el bar como de costumbre y acabó el día sentado en uno de los bancos del Passeig. Yo lo vi a lo lejos y le di las buenas noches con plena naturalidad. No me resultó difícil porque mi tristeza seguía siendo comedida y leve. Si tuviera que sentir cada detalle, cada miseria que percibo de mi entorno, ya me habría tirado por un puente con una piedra anudada al cuello. Yo no siento nada porque no tengo más remedio que vivir en la asimetría del espectador pasivo.

Robert Hare, psicólogo y profesor emérito de la University of British Columbia, hizo una brillante distinción para los que no sienten. Los hay que lo hacen fruto de profundos conflictos personales; otros - criados en ambientes delictivos - no dudan en saltarse la empatía para cometer actos antisociales; y los hay puros, los que, debidos a microlesiones de la corteza prefrontal, ni sienten ni sentirán jamás el dolor ajeno.

Yo debo pertenecer a la primera categoría, al grupo de los que sienten una tristeza extraña - levemente reactiva - y a los poseedores de una sensibilidad que parece ser círcular y no un rasgo lineal de polos opuestos. Los hipersensibles parecen doblar el espacio tiempo para caer en el cinismo de la falsa frialdad y la violencia del sarcasmo. Y yo, sin lugar a dudas, soy de esos.



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Y fue justo dos días después cuando su cuerpo dijo basta. El 6 de Febrero del 2008, después de un breve internamiento en uno de los hospitales de las cercanías, Pedro tuvo que irse. Se llevó consigo una personalidad expansiva, comunicadora, fanfarrona y muy humana. Se va con él su devoción religiosa y sus buenos y malos hábitos.

A mí me queda una imagen verdadera. La de un hombre que, en sus últimos días, se sentó en un banco metálico sabiendo que le quedaba poco. Mientras la gente andaba ocupada en sus quehaceres diarios, el hombre que recogía espárragos trigueros - para nunca comérselos - supo que aquellas eran sus últimas horas.

Yo sigo sintiendo una tristeza comedida y leve, pero quizás Robert Hare ya nada tenga que decir de todo esto. Quizás es que a mi edad ya me manejo con la certeza de que esto acaba para empezar de nuevo. Pedro en algún sitio volverá a nutrirme de historias cotidianas.

Sí, ahora sé que esta tristeza es del que sabe que la vida es una gran rueda.




A Pedro Cascales.
Descansa en paz, amigo.




 

DARK SCENE OF THE WEEK (3)





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