martes, enero 10, 2006

 

DIARIO DE UN PALEONTÓLOGO

(Extracto de los manuscritos de Sir Richard Treehood, reputado aventurero al servicio de la Corona Británica en plena campaña Imperialista. Son manuscritos que he tenido el placer de hallar y traducir)*

La sonrisa defensiva surge por algo. Quizás sea difícil apreciarla en la vida real, aunque hace falta ser muy observador para verla. Es esa sonrisa nerviosa del niño que de repente ha sido cazado robando galletas. Cuando un chimpancé sonríe no sonríe, se defiende. Nosotros hemos heredado ese gesto facial. Enseñar los dientes es, al fin y al cabo, una invitación a la huída. El niño sonríe porque se siente amenazado, y no hay nada mejor que defenderse con los dientes: un mordisco duele, se infecta, supura y malforma la piel del que lo recibe. La peor de las heridas: no puede suturarse y tiene que permanecer abierta. Que te muerdan es una auténtica putada.

Y es que el homo sapiens ha logrado trascender a la animalidad primigenia, elevando un elemento belicista para emplearlo como arma de seducción. Es de hecho un elemento evolutivo que ha pervivido por ser adaptativo. Los pinzones evolucionaron de diferente forma en función de los recursos disponibles: pinzón de pico grande, pinzón de pico pequeño, pinzón de los cactus, pinzón pico-corneta, burguer pinzón… Salvando las diferencias, nuestra sonrisa es una respuesta certera a la demanda de nuestro entorno social, tal y como en su día fueron los picos.

Me pregunto si los Australopithecus Africanus sonrieron alguna vez ¿Y los robustus? ¿Y el hombre de Rodhesia? ¿Y el hombre de Neandertal? Por mucho que nos empeñemos en buscar rasgos en los cráneos, aun no hemos encontrado indicio alguno de sonrisa. Desde luego todos parecen sonreír, pero hemos concluido que tal indicio no es suficiente para lanzar ni tan siquiera hipótesis a la comunidad científica. Me resisto a pensar que la sonrisa solo tenga 40 mil años de antigüedad. No me gustaría por nada del mundo sonreír en son de paz a un homo aferensis y recibir una pedrada a cambio.

Y es desde aquí, desde la polvorienta Etiopía, que escribo estas palabras con el ardiente deseo de poder volver a verte. Doy gracias a Dios por el salto cualitativo de los primates superiores. Porque no es lo mismo la sonrisa de un babuino que la dulzura de tu boca.





* Nota del traductor Carlos Cubero

Comments:
Genial artistilla!!
Cada uno que leo me parece mejor que el anterior...con lo del intercambio cultural te has lucido campeón!!

Besos.

Fernandez's
 
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