miércoles, mayo 17, 2006
LA LITERALIDAD DE LA LENGUA
Por Carlos Cubero
- Tráiganos la cuenta, por favor… Cuando puedas – Dijo uno de los comensales después del internacional gesto (atenuado) de escribirse en la mano.
Clara, recién llegada de Rosario, no estaba acostumbrada a tanta comprensión y paciencia. Desde el primer día que escuchó el acento de los castellanos, los encontró medievales, directos, duros y poco emocionales. Era debido a la ausencia de esa curva de entonación propia de los argentinos – Nosotros cantamos y ellos narran; nosotros charlamos y ellos dicen – Pensó. El catalán tampoco mejoraba las cosas. Es por eso que Clara se llevó una grata sorpresa al ser tratada con tanta dulzura en un mundo como el de la hostelería, lleno de presuras. - Estos españoles no son tan toscos al fin y al cabo, “cuando puedas”… – Se repitió sorprendida.
Decidió pues recoger las mesas colindantes y posponer la cuenta de los señores para la última de sus tareas. Mientras, los comensales esperaban inquietos; se giraban y buscaban, con creciente impaciencia, los ojos de Clara.
A 1500 km. de Barcelona, Andrés acababa de salir de una Agencia de trabajo. Justo al salir, caminando por la avenida que rodea el Castillo de Windsor, se topó con un amigo de su novia. Habían coincidido hacia dos días en un pub de reciente apertura, justo al lado de la tetería Crocked House. Su nombre era Dylan y parecía tener prisa:
- Hi, mate. How are you?- Le dijo Dylan
. Well, actually I’ve been a bit down today as I’ve been trying to find a proper job and I haven’t been successful so far - Dylan se sonrojaba levemente y mostraba una risa defensiva. Andrés, sin embargo, proseguía con la exposición de su problemática actual – But well, I won’t give up (…) I’ll keep on trying (…) So what about you, Dylan?
Dylan seguía contrariado a lo que contestó – I’m fine, thank you. I’ll see you soon – Y se alejó sin dar más explicaciones. Pablo, a su vez, siguió su camino en busca de un trabajo que le dignificara y quiso, pero no pudo, buscar explicación a la brusquedad de Dylan y a su injustificada parquedad.
En Barcelona, sólo fue necesario un día de trabajo para que Clara llegara a la conclusión de que “cuando puedas” quería decir “cuando puedas en los siguientes dos minutos”. Sin embargo, Andrés en Windsor tuvo que recibir una explicación de su abnegada y nativa novia, y le costó una discusión y varios días aprender que, en Inglaterra, era de buena educación fingir estar bien a diario.
Clara, recién llegada de Rosario, no estaba acostumbrada a tanta comprensión y paciencia. Desde el primer día que escuchó el acento de los castellanos, los encontró medievales, directos, duros y poco emocionales. Era debido a la ausencia de esa curva de entonación propia de los argentinos – Nosotros cantamos y ellos narran; nosotros charlamos y ellos dicen – Pensó. El catalán tampoco mejoraba las cosas. Es por eso que Clara se llevó una grata sorpresa al ser tratada con tanta dulzura en un mundo como el de la hostelería, lleno de presuras. - Estos españoles no son tan toscos al fin y al cabo, “cuando puedas”… – Se repitió sorprendida.
Decidió pues recoger las mesas colindantes y posponer la cuenta de los señores para la última de sus tareas. Mientras, los comensales esperaban inquietos; se giraban y buscaban, con creciente impaciencia, los ojos de Clara.
A 1500 km. de Barcelona, Andrés acababa de salir de una Agencia de trabajo. Justo al salir, caminando por la avenida que rodea el Castillo de Windsor, se topó con un amigo de su novia. Habían coincidido hacia dos días en un pub de reciente apertura, justo al lado de la tetería Crocked House. Su nombre era Dylan y parecía tener prisa:
- Hi, mate. How are you?- Le dijo Dylan
. Well, actually I’ve been a bit down today as I’ve been trying to find a proper job and I haven’t been successful so far - Dylan se sonrojaba levemente y mostraba una risa defensiva. Andrés, sin embargo, proseguía con la exposición de su problemática actual – But well, I won’t give up (…) I’ll keep on trying (…) So what about you, Dylan?
Dylan seguía contrariado a lo que contestó – I’m fine, thank you. I’ll see you soon – Y se alejó sin dar más explicaciones. Pablo, a su vez, siguió su camino en busca de un trabajo que le dignificara y quiso, pero no pudo, buscar explicación a la brusquedad de Dylan y a su injustificada parquedad.
En Barcelona, sólo fue necesario un día de trabajo para que Clara llegara a la conclusión de que “cuando puedas” quería decir “cuando puedas en los siguientes dos minutos”. Sin embargo, Andrés en Windsor tuvo que recibir una explicación de su abnegada y nativa novia, y le costó una discusión y varios días aprender que, en Inglaterra, era de buena educación fingir estar bien a diario.
lunes, mayo 08, 2006
Mi último recuerdo vívido es el de la imagen lejana de la arboleda. Me senté apoyado en el tronco de un pino gigante y me quedé pensativo, mirando al vacío, y rodeado del peculiar olor a resina y a tierra mojada.
Allí mismo, a lo lejos, rompiendo el horizonte, se abrió la realidad con un estruendo. De la nada surgió la visión de un niño con rostro fruncido a la orilla de una playa azul violeta. El niño llevaba un bañador con el dibujo de un cangrejo. Jugaba a hacer castillos de arena y se giraba para comprobar que su madre seguía allí; y allí seguía. De la seguridad que da saber que te vigilan, pudo centrarse en los efluvios de la lengua salada en sus mejillas polvoreadas.
Justo después de reconocerme, me deslicé por el tronco del árbol. Noté las duras estrías de su corteza a lo largo de mi espalda y acabe estirado, justo delante, sintiendo la mullida hierba y mirando al cielo de un azul intenso y limpio, refrescante, el que sólo aparece después de una tormenta.
Fue entonces cuando el lecho del bosque me acogió como a un hijo. Cubriéndome de hojas enrojecidas, disimuló mi piel tornándola oscura y fértil. El olor a tierra detuvo mi corazón para que, días después, una cálida llovizna pudiera drenar todas mis penas; enviándolas más abajo del manto terrestre para acabar desechas, por fin, por la lava que todo lo mueve.
Allí mismo, a lo lejos, rompiendo el horizonte, se abrió la realidad con un estruendo. De la nada surgió la visión de un niño con rostro fruncido a la orilla de una playa azul violeta. El niño llevaba un bañador con el dibujo de un cangrejo. Jugaba a hacer castillos de arena y se giraba para comprobar que su madre seguía allí; y allí seguía. De la seguridad que da saber que te vigilan, pudo centrarse en los efluvios de la lengua salada en sus mejillas polvoreadas.
Justo después de reconocerme, me deslicé por el tronco del árbol. Noté las duras estrías de su corteza a lo largo de mi espalda y acabe estirado, justo delante, sintiendo la mullida hierba y mirando al cielo de un azul intenso y limpio, refrescante, el que sólo aparece después de una tormenta.
Fue entonces cuando el lecho del bosque me acogió como a un hijo. Cubriéndome de hojas enrojecidas, disimuló mi piel tornándola oscura y fértil. El olor a tierra detuvo mi corazón para que, días después, una cálida llovizna pudiera drenar todas mis penas; enviándolas más abajo del manto terrestre para acabar desechas, por fin, por la lava que todo lo mueve.
"Conflictos". Psicorelatos, 2007.
viernes, mayo 05, 2006
08:12 a.m.
El mundo siempre ha sido un castillo de naipes. Mi cuerpo se insensibiliza y el cielo es un campo de jacintos con millones de luciérnagas. Las temperaturas son gélidas y el viento es demoledor, pero si te estiras en el suelo puedes llegar a escuchar sólo sus efectos.
Mientras el viento huracanado me eleva como a una hoja ocre y marchita; entre tejas, ovejas, tiestos, silbidos y auroras, que vengan a mí cada uno de los recuerdos que azotaron y acariciaron mi vida. Mientras tierra y cielo se unen, mientras el mundo de la probabilidad dicta sentencia, quiero hacerme con todos los sentimientos intensos de cada una de las melodías.
En el fin de los días, dame la serenidad suficiente para ser todas las cosas.
Sin perder ninguno de mis recuerdos.
El mundo siempre ha sido un castillo de naipes. Mi cuerpo se insensibiliza y el cielo es un campo de jacintos con millones de luciérnagas. Las temperaturas son gélidas y el viento es demoledor, pero si te estiras en el suelo puedes llegar a escuchar sólo sus efectos.
Mientras el viento huracanado me eleva como a una hoja ocre y marchita; entre tejas, ovejas, tiestos, silbidos y auroras, que vengan a mí cada uno de los recuerdos que azotaron y acariciaron mi vida. Mientras tierra y cielo se unen, mientras el mundo de la probabilidad dicta sentencia, quiero hacerme con todos los sentimientos intensos de cada una de las melodías.
En el fin de los días, dame la serenidad suficiente para ser todas las cosas.
Sin perder ninguno de mis recuerdos.
"8 segundos". Psicorelatos, 2008
martes, mayo 02, 2006
El intento
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RS: Relat protesta
Tuesday, April 22, 2008 4:12 PM
From:
"L'Actual"
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To:
"carlos cubero"
Benvolgut Carlos,
De moment a L'Actual no publiquem relats de ficció. No obstant, gràcies pel teu interès.
Atentament,
Jordi Rius
Director de L'Actual
De: carlos cubero [mailto:carlos_cubero@yahoo.com]
Enviat el: dt. 22/04/2008 17:57
Per a: L'Actual
Tema: Relat protesta
Carlos Cubero Gamito
carlos_cubero@yahoo.com
Blog: http://carlos.qbro.org
Benvolguts redactors del diari "L'Actual"
Sóc Carlos Cubero i us volia enviar un "relat protesta" sobre la contaminació auditiva patida per molts veïns de Castellar. Els agrairia que li fèssiu una ullada i em diguèssiu si esteu interessats en publicar-lo.
una salutació cordial,
Carlos Cubero
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